El asesinato de George Floyd a manos de tres policías de Indianápolis –uno que le sujeto el cuello con la rodilla— pareciera que sucedió ayer. Empero, este hecho que consternó al país ocurrió exactamente un año atrás.
La sociedad norteamericana estaba en crisis cuando mataron a Floyd. La situación se tornó más alarmante porque al frente del gobierno tuvimos al peor de los presidentes de nuestra historia. También existía un proceso electoral que iba a dictaminar el futuro de nuestra democracia. Y, por si fuera poco, teníamos al Covid-19 contagiando y matando a miles de personas.
Desde que llegué a Estados Unidos (en septiembre de 1985), nunca vi o experimenté algo similar. Presencié a través de los medios de comunicación los disturbios que causó el veredicto injusto (abril 1992) que exoneró a los policías que propiciaron una paliza a Rodney King.
Asimismo, participé en las manifestaciones sociales contra el proyecto Sensenbrenner en Los Ángeles en 2006. Adicionalmente, junto con otros defensores de los derechos de los migrantes, organizamos y lideramos un movimiento contra las políticas antiinmigrantes y la infiltración de neonazis en el gobierno de Costa Mesa, California, mi ciudad adoptiva en Estados Unidos.
¿Nos cambió lo sucedido a George Floyd? Muertes trágicas no solo tienen la capacidad de cambiar a una comunidad, sino que transforman la existencia humana. El calvario que soportó Jesús de Nazaret antes de ser crucificado públicamente consternó a la población de su periodo y entregó al mundo una nueva religión.
Los intentos de desmembración pública y la decapitación de Tupac Amaru y después de Tupac Katari en el siglo XVIII promovieron la resistencia indígena en Perú y Bolivia, respectivamente. Después de dos siglos de represión estatal, recién las poblaciones indígenas de estos países están logrando espacios reales dentro del gobierno nacional.
En este contexto, a pesar de que Floyd no fue un personaje insigne o ejemplar de su comunidad, la forma cómo fue torturado y luego asesinado recordó las injusticias de la policía contra los grupos afroamericanos. Floyd murió públicamente, pero pudo haber sido cualquier otro afroamericano. Al fin y al cabo, el trato de los policías a esta población es similar en todas partes.
Así, la muerte de Floyd, como dijo su pequeña hija, “cambió el mundo”; y puede ser que al mundo entero no, pero a Estados Unidos sí, y es además, un episodio que recordaremos año tras año.
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