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Amores Prohibidos

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(Leyenda Urbana)

 Una historia de amores prohibidos y odio ciego. Un relato de inocencia muda, de muerte violenta. Una leyenda urbana que se cuenta en Texas, pero que puede suceder en cualquier lugar.

 Le habían advertido que si se acercaba a ella lo harían ver su suerte. Ella era la princesa, la hija favorita de un capo ruso con negocios en la frontera México-Estados Unidos. Pero era también una persona que quería alejarse del lugar donde le tocó nacer. 

  Él era un don Juan que daba clases en la universidad. Un apasionado del teatro con un pico de oro. Coleccionó universitarias como quien compra camisas, aunque fue Natalia quien le hizo perder la calma y el gusto por la soltería.

  Quizá era que ella no se murió de amor por él. Una borrachera los encontró bajo las mismas sábanas y luego indiferencia de parte de ella. Un simple: “Lo siento, no debió pasar”. No era así como reaccionaban las demás muchachas. 

  Lo siguiente fue esperar a que terminara el curso para conquistarla. En las semanas de espera el anhelo creció, las intenciones cambiaron. Roger estaba dispuesto a sentar cabeza. Sentía que el cielo le había mandado a una princesa rusa.

  Pero la familia de ella no quería un artista. Ella debía casarse con Dimitri, el hijo del socio del padre. Era una boda de sangre que consolidaría un imperio ilegal. De modo que aparecieron los guaruras advirtiendo al profesor que dejara en paz a la muchacha.

 Natalia no ayudó. Roger se había echado a sus pies y era su pasaporte a otro mundo. Uno con menos dinero, pero respetable. Uno donde se podía criar sin miedo a un hijo. Así fue que comenzaron a verse a escondidas, lo que no pasó desapercibido ni para los guaruras del padre ni para Dimitri, quien llevaba meses soñando con Natalia.

 Una noche, le fueron a avisar a Dimitri que Roger estaba en un cine con Natalia. Los esperaron a la salida del cine, los siguieron a un centro comercial donde Natalia tomó su propio auto. Se fueron tras él.

 Roger sintió que alguien lo seguía. Era un Cadillac negro que se escondía detrás de otros coches pero no le perdía la pista. Y aceleró.

 El Cadillac perdió el disimulo para no alejarse del Toyota blanco de Roger. Dejaron atrás una calle mediana, entraron a un freeway, donde dieron vueltas de norte a sur y de sur a norte. 

 Dimitri se hartó de la persecución, lo que lo hizo perder el recato de no violentar la vía pública. De un volantazo sacó al Toyota blanco de la carretera. Lo persiguió por un camino secundario, hasta acorralarlo a la entrada de un centro comercial. 

  Bajaron del Cadillac tres hombres que descargaron sobre el Toyota un concierto de más de cien balas de ametralladora. Cuando Dimitri se acercó para dar el tiro de gracia a Roger, se encontró a una mujer de nombre Hilda Brown, que aquella noche había tomado el freeway para llegar a casa a dar de cenar a sus tres hijos. Su único delito fue tener un coche igual al que los mafiosos perseguían.

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