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La venganza de “La Marimonda”.

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Era un pueblo apacible y tranquilo, donde el tiempo transcurre lenta, muy lentamente, vive cerca de un monte un hombre al que se le conoce sólo como José, el mulato, él era amable y muy respetuoso de

Era un pueblo apacible y tranquilo, donde el tiempo transcurre lenta, muy lentamente, vive cerca de un monte un hombre al que se le conoce sólo como José, el mulato, él era amable y muy respetuoso de la naturaleza y se caracterizaba porque nunca estaba solo, siempre lo acompañaba su fiel amigo, un perrito llamado Salgerito.

Aquél día era hermoso con mucho sol pero José no se percataba de ello porque estaba afanado en su trabajo de cada día traer agua para regar sus naranjos, pero al hacerlo se encontró con que el arroyo estaba misteriosamente seco, y lleno de preocupación y alarmado por sus naranjos que se iban a secar, se preguntaba “pero ¿cómo era posible que un arroyo que tenía años se secara de un día para otro?”.

Esta pregunta le remolinaba en su cabeza, estaba tan centrado en esa pregunta que no se dio cuenta que doña Francisca lo saludaba, y saliendo como de un trance respondió al saludo. Doña Francisca notando la cara de preocupación de José le preguntó lo que pasaba, a lo que él respondió que sus naranjos se secarían si el agua del arroyo no regresaba. Doña Francisca impresionada por la noticia se santiguó y dijo:

-Mal agüero hijo, cuando un arroyo se seca sólo significa una cosa, que la Marimonda va a venir, sólo de pronunciar su nombre se me hielan los huesos, y si viene es porque alguien está molestando el bosque, y todo ha de ser por culpa de ese Runcho Rincón, pero ya no me hagas hablar más de ella- y diciendo esto se volvió a santiguar y continuó su camino con mucho temor.

Pero José se quedó pensando en Runcho Rincón, un cacique que se dedicaba a talar el monte sin ninguna consideración y todo por avaricia, pero a pesar del relato de Francisca, José seguía pensando en sus naranjos, así que continuó su camino a su casa. Aquella noche había luna llena, el viento soplaba con gran fuerza como si presagiara algo siniestro, era alrededor de la una de la mañana cuando Salgerito se puso a ladrar como loco en dirección al bosque, y José salió a ver por qué el alboroto.

En eso Salgerito rompió el lazo con que estaba amarrado y salió corriendo y ladrando hacia el bosque, mientras José salía tras de él. Salgerito se adentraba en el bosque más y más lo que dificultaba a José seguirlo, pero siguió los ladridos de su perro hasta que llegó a un claro en el bosque, y ahí los ladridos de su perro cesaron por completo. Trató de seguir buscando a su perro pero en lugar de eso se encontró con Runcho Rincón que estaba talando como poseído los árboles, pero justo en eso una nube espesa tapó la luna y el viento que antes soplaba estaba ahora tranquilo. En eso se escuchó el chillido de Salgerito como si algo lo hubiera espantado.

José intentó localizar a su perro por el ruido pero en ese momento una luz blanca muy brillante llamó su atención, la luz provenía de donde estaba Runcho Rincón, José se quedó viendo la luz como hipnotizado, también se dio cuenta de que Runcho se dirigía hacia la luz. De pronto entre la luz vio a una mujer muy hermosa de piel blanca con una cabellera gris larguísima.

José reaccionó y vio cómo Runcho se acercaba más y más a la espectral mujer que poco a poco empezó a envolver a Runcho en sus cabellos. En eso José vio cómo la cara de la mujer se convertía en una calavera descarnada. Cerró los ojos y escuchó el grito de un hombre al mismo tiempo que Salgerito aullaba larga y lastimeramente. José se quedó con los ojos cerrados hasta que de pronto escuchó como el viento volvía a sonar con las copas de los árboles. Abrió los ojos y se dio cuenta de que la nube dejaba ver otra vez la luna llena que iluminaba el bosque.

Se dirigió rápidamente hacia donde estaba Runcho Rincón. Lo que encontró fue macabro, su fiel amigo estaba junto al adáver de Runcho envuelto en un musgo gris y con una expresión de horror que no se le desea a nadie. Cuando de repente escuchó el sonido del agua correr por el arroyo una vez más. Fue entonces cuando comprendió que aquella mujer no era nadie más que la Miramonda que cobraba venganza…, por eso se dice, se cuenta que cada vez que el arroyo se seca ella viene a cobrar venganza con todos aquellos que no respetan el bosque.

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