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Sufrir por celos

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Estar enamorado nos hace sentirnos felices, pero también nos puede hacer sufrir. En ocasiones son los celos los que más nos dañan, inclusive más aún que la mala conducta del compañero, si es que

Estar enamorado nos hace sentirnos felices, pero también nos puede hacer sufrir. En ocasiones son los celos los que más nos dañan, inclusive más aún que la mala conducta del compañero, si es que hubiera mala conducta. En ocasiones los celos nos corroen y es que sin saberlo o aceptarlo, dependemos de la persona amada y la necesitamos próxima físicamente a nosotros, pero no siempre es posible. Diversos motivos nos lo impiden, el trabajo, por ejemplo. La receta para atemperar estos padecimientos amorosos según el escritor francés Víctor Hugo es “más de lo mismo”, aconsejándonos que “Los que padecéis porque amáis; amad más todavía; morir de amor es vivir”.

Uno de estos padecimientos lo han sentido la mayoría o la totalidad de las parejas en algún momento de su relación. Nos estamos refiriendo a la angustiosa sensación, que nos oprime el corazón, cuando somos presa de los celos. Los celos tienen una percepción ambivalente. Por un lado se encuentran los que los consideran como un símbolo de un profundo y apasionado amor y por otro, los que lo consideran una manifestación de inseguridad en uno mismo y de desconfianza en la pareja. Ambas posturas tienen acérrimos seguidores. El doctor en Sociología, Francisco Viola es categórico en su afirmación. “Los celos, cuando son pocos y controlados, son una de las tantas patologías que erróneamente se aceptan como normales, sin embargo no dejan deseen una enfermedad psicológica”, dice.

Por otro lado y en forma más matizada la psicóloga clínica Teresa Serra, considera que “los celos si no son obsesivos, pueden ser un sentimiento normal”. Realmente, si el amor es un sentimiento tan intenso, que crea unos poderosos lazos de dependencia y de entrega, será natural que lo queramos conservar y podemos sentir miedo de perderlo. Dos escritores ingleses llenos de pragmatismo y buenos conocedores del amor humano se expresan así: El novelista inglés Robert Louis Stevenson reconocía “que los celos son una consecuencia del amor; os guste o no os guste, es así”.

SIN ACUERDO SOBRE SU NATURALEZA

Por su parte, el historiador inglés Gerald Brenan afirma convencido, de que “mienten los que afirman que jamás han tenido celos. Lo que ocurre es que nunca se han enamorado”. La experiencia personal de cada uno de nosotros pone de manifiesto que todos hemos sentido celos en algún momento en nuestras relaciones de pareja. Indudablemente, ciertas personalidades obsesivas pueden llegar a extremos patológicos que pudieran ser peligrosos.

¿Qué denotan los celos?

Las opiniones son muy diversas. Los filósofos, los literatos, los psicólogos no se ponen de acuerdo sobre la naturaleza exacta de los celos y cada uno de ellos lo enfoca de manera diferente. El dramaturgo francés Molière aseguraba que “El celoso ama más, pero el que no lo es ama mejor”. Probablemente sea verdad, pero hemos de reconocer que llegar a la supuesta perfección de no tener celos parece que no está al alcance de la pareja humana. Lo más razonable, quizá, sea pensar que en los celos intervienen una serie de sentimientos contrapuestos de muy difícil control. Según predominen unos u otros podremos considerar que son normales o patológicos. El escritor francés Alphonse Kahr piensa que “los celos son una mezcla explosiva de amor, odio, avaricia y orgullo”.

Pero además, debemos de tener en cuenta que los celos, parece que se manifiestan de forma diferente en el hombre que en la mujer. El filósofo alemán Kant afirmaba que “el hombre siente celos cuando está enamorado, y la mujer aunque no lo esté”. El amor de verdad, el amor apasionado, insaciable en su deseo y en su ternura, no puede ser un sentimiento atemperado, racional, ajeno a los celos. El amor hace surgir nuestros instintos más atávicos, el sentimiento de posesión, el deseo incontrolable, el instinto de reproducción, todos ellos son sentimientos de origen genético, grabado en el subconsciente del ser humano, y por lo mismo no son siempre fáciles de controlar.

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