EFE
Sonny Peele, un hombre de 67 años de la comunidad indígena de Hydaburg, en el suroeste de Alaska, lleva 30 inviernos seguidos sin ver la capa de nieve que en los meses más fríos cubría el Tongass, el bosque nacional más grande de EE.UU. y uno de los mayores sumideros de carbono del mundo…
El Bosque Nacional Tongass ocupa 70.000 kilómetros cuadrados del brazo costero que sobresale al suroeste del estado de Alaska, una cifra que le encumbra como el bosque templado más grande que persiste en el planeta y, según los científicos, el que cuenta con la mayor extensión de áreas prístinas o intocables.
Las 75.000 personas que lo habitan, entre ellos tres comunidades indígenas -Tlingit, Haida y Tsimshian- se refieren al Tongass como “la frontera de esmeralda” por el verde intenso de su masa forestal que cada año absorbe 1,1 millones de toneladas de CO2, lo que le lleva a encabezar la lista de sumideros de carbono a nivel mundial.
Estados Unidos, que debe a sus bosques la absorción del 14,1 % de sus emisiones, y el estado de Alaska, donde los impactos del calentamiento son doblemente mayores que la media global, necesitan el Tongass como barrera de protección frente al cambio climático, pero la “frontera de esmeralda” también demanda un ingente esfuerzo de conservación para protegerse de sus efectos.
Uno de ellos es el que describe Peele a Efe: la desaparición de la capa de nieve y de los efectos termales asociados a la misma, que ha dejado desprotegidas las raíces de los árboles de fenómenos como las heladas.
Una de las cuatro especies arbóreas más comunes, el cedro amarillo, muere a tal velocidad tras las heladas del invierno que el Servicio de Pesca y Biodiversidad de EE.UU. valora en estos momentos declararlo como especie en peligro.
Gran parte del Tongass sufre también los efectos de 70 años de explotación maderera “que han alterado su ecosistema y su sistema hídrico compuesto por 25.300 kilómetros de arroyos en los que se reproduce uno de los mejores caladeros de salmón del mundo”, señala a Efe Colin Shanley, biólogo de The Nature Conservancy (TNC).
“Los arboles sostienen el suelo, al destruirlos todo el ciclo del agua se modifica y los arroyos quedan desprotegidos ante las tormentas de lluvia cada vez más anormalmente fuertes que sufre el bosque”, explica Michael Kampnich.
Kampnich llegó al Tongass a trabajar en los años 80, en pleno boom de la industria maderera, pero una charla de una bióloga de la organización TNC el año 2000 sobre las consecuencias de la tala masiva cambió completamente su visión del bosque.
Por esas mismas fechas, “tanto las instituciones, especialmente el Servicio Forestal de EE.UU., como las personas que consideramos el Tongass nuestro hogar -muchas de ellas basan su vida en la subsistencia, en lo que cazan y pescan- nos dimos cuenta de que preservarlo reporta mas beneficios que cortarlo”, relata Kampnich.
Hoy día trabaja con esta ONG convenciendo a los propietarios de pequeños aserraderos para que hagan un uso más sostenible de la madera (cortando arboles jóvenes, que absorben menos CO2), y con las comunidades indígenas para que cambien la tala por la comercialización de sus artesanías e implicando a estas en la restauración de los arroyos.
Los salmones suben por las “venas hídricas” del Tongass cada mes de septiembre depositando en ellas los huevos de los que saldrán las crías cada primavera.
Pero la falta de la capa de nieve que solía proteger el suelo ha dado paso a intensas tormentas de lluvia en el invierno, que desparraman el agua de los arroyos y destruyen los huevos de salmón, explica Sheila Jacobson, bióloga del Servicio Forestal de EE.UU.
Además, “el agua está cada vez más caliente y con menos oxígeno, por lo que se convierte en tóxica en ocasiones y hemos visto que los salmones mueren antes de reproducirse”, añade Jacobson.
Los conservacionistas trabajan en los arroyos más dañados controlando sus cursos mediante la instalación de redes en sus orillas que sujeten la vegetación y eviten la erosión, o situando troncos en lugares estratégicos para formar piscinas que mantengan el salmón a salvo.
“Las soluciones al cambio climático requieren del manejo sostenible de los bosques y de la protección de los océanos, y esto solo puede lograrse con enfoques integrales e implicando a todos los actores, como se está haciendo en el Tongass”, indica Lynn Scarlett, portavoz de cambio climático de TNC.
“El Tongass es un bosque mágico donde los glaciares se deshacen en cascadas interminables que se deslizan por fiordos, que cobijan una abundante comunidad de ballenas jorobadas y orcas, que compiten por el pescado con las águilas calvas. Quiero que mis nietos lo vean como lo he conocido yo”, concluye Peele.
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