No tiene por qué ser un pleito constante entre usted y sus niños para que ayuden en el hogar y sean limpios… ¡Si cede un poco y negocia, tendrá excelentes resultados!
Muchos cuestionamientos surgen cuando de disciplina y adiestramiento de los hijos se trata; pero esto también se aplica respecto al trato personal y la guía que los padres dan a sus hijos en cuestiones de “Limpieza y Orden”. Sin embargo, en lo que a esto se refiere, hay otros factores que intervienen y muchos de ellos son cuestión de edad. Lo que tiene sentido cuando se educa a un niño que tiene dos años, puede no ser razonable ni aplicable cuando el niño tenga seis o nueve. Por ejemplo, el manejar a un chiquillo de nueve años cuya habitación es una verdadera cueva de ratones implica muchas cuestiones y razonamientos diferentes que cuando se trata de inducir a un pequeñín de dos años que se siente en la nica. Si bien con el de dos años es básico tratar de ceder hasta donde sea posible a sus necesidades emocionales, con el niño mayor, una vez logrado el adiestramiento higiénico, debe ser más estricto y no ceder tan fácil a sus pretextos. Ante todo, usted tiene que decidir cuál es su propósito en lo que a limpieza y orden se refiere. Si la falta de uno u otro no le molesta a usted en lo absoluto, entonces, como en la mayoría de las situaciones, lo mejor es que deje usted que el niño tome tantas decisiones y tenga tanta libertad de elección como le sea posible.
Si, por otra parte, para usted es muy desagradable o le molesta la falta de orden o limpieza ya sea personal o en la habitación de su niño, debe hacerse obedecer y enseñarle a hacer las cosas como usted quiere. Tampoco en este caso debe usted racionalizar que lo está haciendo porque “la limpieza está muy cerca de la divinidad”, o porque es más moral y virtuoso ser limpio. Aclare que se trata de su preferencia personal o hasta de idiosincrasia a imponersu punto de vista.
Algunos padres que están en constante pleito con sus hijos porque su habitación está desordenada.
Ello se debe a que vacilan en expresar claramente su punto de vista y en aplicar su capacidad para hacerse obedecer; por ejemplo, mediante el recurso de retirar la asignación semanal o restringir los privilegiosde que goza el niño.
Algunas personas pueden preguntarse: “¿Es que no tiene el niño derecho de tener su habitación como le gusta con tal que la puerta esté cerrada?” La respuesta es «sí» … PERO… siempre y cuando lo que ocurre tras esa puerta cerrada a usted no lo saque de quicio. Si usted trata de dejarles hacer lo que quieran en su habitación porque en cierta forma cree en “los derechos de los niños”, pero en realidad el desorden le molesta y es causa de que usted desarrolle resentimientos, acabará por desquitarse en sus hijos en detrimento de ellos.
Una actitud forzada o fingida de indulgencia por su parte sólo producirá confusión y es probable que aliente una constante batalla que puede pasar a otro campo, por eso es mejor para el niño que usted exprese francamente su desacuerdo en vez de andarse con hipocresías y con rodeos que tienen muchas más probabilidades de sembrar problemas neuróticos en el niño. Un niño puede rebelarse contra sus imperfecciones y falta de razón con tal de que usted no pretenda ocultarlas.
Las falsías y los fingimientos o ese afán de aparecer como perfectos, bondadosos totalmente comprensivos como padres, es mucho más destructor que una cruel franqueza. La idea consiste en ser reales, no en pretender ser una especie de arquetipo ideal de padres. Sea usted auténtico y no aquello que usted supone que debiera ser. No se desbarate en el afán de gustarles a sus hijos. No se preocupe por gustarles o no. Haga lo que sea mejor para usted. En última instancia, es lo mejor para ellos porque ayudará a que usted los deje ir, a demostrarles que ellos y usted son personas diferentes.
Lo mismo se aplica a los baños, al cepillado de los dientes, al lavado del pelo, de las manos después de ir al baño, etc. De hecho, ningunos de estos actos, excepto el cepillado de los dientes, tienen efectos importantes para la salud general y ciertamente nada tiene que ver con la moral. Los niños, al igual que las nenas deben ser informados y hasta obligados de ser necesario de que deben lavarse las manos después de orinar o defecar para impedir infecciones locales.
Algunas veces en los años anteriores a la adolescencia y durante ésta, sobre todo si los padres han sido muy compulsivos, con los chicos, éstos los volverán medio locos quedándose en el baño lo que parecen horas enteras.
Para concluir, recordemos que no sólo en lo referente a orden, limpieza y colaboración con los demás, sino que en todos los aspectos de la vida, el comportamiento de los hijos, ya sea cuando son niños, adolescentes o jóvenes, no es fortuito, sino que son el reflejo de las enseñanzas de los padres, y si desde pequeños les enseña que hay reglas que deben cumplirse, pero que ‘‘razonablemente también se puede ceder y negociar”, usted estará sembrando en ellos valiosas semillas de orden y comportamiento, y a la larga ellos cosecharan tales enseñanzas en su propio beneficio!
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