Univisión
Desde que la crisis del agua contaminada en Flint alcanzó toda su magnitud ha persistido una pregunta: ¿la situación habría ocurrido en una comunidad más pudiente y más blanca?…
Los habitantes del ex centro fabricante de automóviles —una comunidad principalmente pobre y minoritaria— consideran que el gobierno ha menospreciado o ignorado completamente sus quejas contra el agua contaminada con plomo que sale de los grifos.
Para muchos, la coyuntura semeja la lenta reacción que tuvo el gobierno federal cuando el huracán Katrina azotó en 2005 Nueva Orleáns.
“Nuestras voces no fueron escuchadas, y eso es parte del problema”, declaró esta semana la alcaldesa de Flint, Karen Weaver, ante la Conferencia de Alcaldes que tuvo lugar en Washington, D.C., donde se entrevistó con el presidente Barack Obama para reforzar sus argumentos a favor de que se extienda la asistencia federal a la ciudad.
El enojo está principalmente orientado hacia el gobernador de Michigan, Rick Snyder, quien había nombrado a un director de emergencias para Flint.
Ese funcionario aprobó en 2013 un plan para comenzar la extracción de agua potable del río Flint, y la ciudad emprendió esa tarea el año siguiente. Sin embargo, las autoridades fracasaron en el tratamiento adecuado del agua corrosiva para impedir la filtración de metales de tuberías antiguas.
Sin embargo, la Cámara de Representantes de Michigan, controlada por los demócratas, aprobó el jueves la ayuda de 28 millones de dólares solicitada el martes por el gobernador Snyder para aliviar la crisis desatada en Flint.
El poder legislativo respondió rápidamente a la petición de Snyder, que durante su discurso sobre la situación del estado solicitó el dinero para hacer frente a una crisis sanitaria que también ha adquirido fuertes implicaciones políticas.
Este dinero deberá destinarse a la adquisición de más agua embotellada para los residentes de la ciudad, filtros, tratamiento sanitario, controles de calidad del agua y reformas para cambiar las cañerías en escuelas, centros de cuidado de ancianos y centros médicos.
La ciudad de Flint, a 121 kilómetros (75 millas) al norte de Detroit, es cuna de General Motors y llegó a tener 200,000 habitantes.
A principios de la década de 1970, la fabricante de vehículos tenía 80,000 obreros y empleados de oficina en la zona.
La GM mantiene menos de 8,000 puestos de trabajo y la población de la ciudad ha bajado a poco menos de 100,000, con el correspondiente incremento de la pobreza y el abandono de propiedades.
De la población de la ciudad, 57% son afroamericanos y del total de habitantes 42% vive en la pobreza.
El declive del número de empleos de GM “dejó a mucha gente en la indigencia y la desesperación, y esas personas consideran que sus voces no son escuchadas. Esta situación simplemente aumenta el enojo”, declaró Phil Rashead, quien es blanco, tiene 66 años y vive en Flint.
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