En los garabatos, formas y colores se pueden hallar pistas del desarrollo motriz y emocional de los niños
Si usted tiene algún hijo o hija entre los 3 y 5 años, seguramente habrá momentos en que se desespera por no saber qué hacer para entretenerlo y más si es el primero y tal vez use la ‘alguna de las niñeras electrónicas de hoy en día’, como la televisión, la compu o el celular, así que le recomendamos que en ratitos, lo ponga a dibujar o pintar, a los peques les encanta hacer rayas y más si son de colores.
El niño o niña aprenderá y usted también aprenderá a conocer un poco del pequeño, ya que la espontaneidad que reflejan en sus dibujos se convierte en pista de cómo se está presentando su desarrollo neurológico y emocional.
Y si pone esto en duda, permítame que le haga esta pregunta: ¿Qué dibujaría usted si un niño le prestara una hoja en blanco y algunos colores?… No lo piense tanto.
El dibujo, cuando es espontaneo, como el de un niño, es igual que la manera de vestir, de andar, de peinarse, sugiere formas de ser y rasgos de personalidad, asegura Enrique G. Ruelas, psiquiatra especialista en niños y miembro de la Asociación Psiquiátrica Mexicana.
Sin embargo, antes de sacar conclusiones respecto al desarrollo y posible personalidad de los pequeños, considere las características que llamen la atención deben ser constantes, “si un día hace un dibujo chiquitito y todos los demás días los hace grandes, el primero no es significativo”, advierte Ruelas.
Además, para hacer una interpretación psicológica profunda se requieren elementos, como entrevistas al niño y a su familia, y el análisis del contexto donde se desenvuelve, comenta Cecilia Rubio, psicóloga clínica y miembro de la Asociación Mexicana de Grafología.
Los niños son capaces de tomar colores para intentar dibujar desde el año y medio de edad. Y aunque parezcan hacer garabatos “sin sentido”, éstos pueden reflejar su estado de ánimo, señala Rubio.
Si están enojados, por ejemplo, predomina el trazo de líneas fuertes. También pueden hacer trazos hacia arriba, abajo, derecha e izquierda que no significan otra cosa más que estar ejercitando su coordinación y su desarrollo perceptivo visual.
Pero como la formación de su personalidad está en proceso, los cambios en su estado de ánimo son constantes; puede enojarse porque alguien le quitó un juguete y en seguida reir porque llegó a casa su mamá.
Así que no se debe perder de vista que lo que representa en un dibujo está permeado estrictamente por lo que siente en ese momento y no se trata de emociones permanentes, aclara la psicóloga.
Cuando los niños ya son capaces de expresarse verbalmente, los dibujos se vuelven herramientas más valiosas para definir su desarrollo emocional.
Es muy importante qué dicen mientras dibujan porque las palabras aclaran el significado de las figuras que a simple vista parecen carecer de sentido.
“Siempre hay que tomar en cuenta al niño y preguntarle qué pasa aquí o quién es éste, porque aunque sea un borrón, para ellos significa algo”, comenta Pilar Poza, psiquiatra del Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro.
Si borran, señala Cecilia Rubio, pueden ser indicios de inseguridad e insatisfacción.
De ahí en adelante, bajo un desarrollo normal, debe notarse una correspondencia mayor entre lo que perciben y representan, lo que implica que la proporción y el volumen de las figuras se vaya perfeccionando.
Hojas y colores no deben faltar en la lista de cosas básicas para los niños.
“Generalmente expresar las emociones es lo más complicado para el ser humano, y el dibujo se vuelve una excelente forma de expresión”, insiste Rubio.
Y si el niño encuentra en el dibujo un medio de expresión, se vuelve un elemento catártico: si está expresando enojo a través de líneas duras, éste disminuye conforme se dibuja, no importa que rompa la hoja.
Incluso sirve para solucionar algunos conflictos. “A veces se le pide al niño que dibuje al fantasma o al monstruo al que le tiene miedo y a ese dibujo lo tachamos, le quitamos lo feo, o lo quemamos o rompemos para que desaparezca y eso se traduce en tranquilidad para él”, narra G. Ruelas.
“Además de que nos ayuda a darnos cuenta de las habilidades motoras finas del niño, nos abre las puertas a su mundo interior y podemos saber qué quiere decir si se le dificulta expresarlo verbalmente”, concluye Poza.
EFE // Reportajes Especiales
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