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Don Lobo y el Pozo

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  Don Lobo estaba muy hambriento, pero no encontraba nada que comer. De repente vio a lo lejos a un zorro y exclamó: 

– ¡Hombre, mira nada más, acabo de dar con mi desayuno!  

 Don Zorro, atemorizado al escuchar esto, se esforzó por disuadir a don Lobo para que no se lo comiera.

– ¡Perdóneme la vida, don Lobo! ¡Qué no ve lo flaco que estoy, no le serviré ni para calmar su hambre! ¡Si me perdona, le diré dónde hay un pozo lleno de quesos!

 Don Lobo, muy sensato, lo pensó un momento y decidió aplazar su banquete.

– Bueno, está bien. Dime dónde se encuentra ese pozo -ordenó a don Zorro. Este le condujo, ya de noche, hasta el lugar escogido. Ya ahí, don Lobo se asomó para ver si de verdad había ahí quesos y pudo ver, en efecto, uno enorme que se reflejaba en el agua del pozo. Era la luna llena, pero él no lo sabía.

– Baja a traerme ese queso -ordenó a don Zorro. Este se metió en un cubo y ¡Zaass, bajó hasta el fondo en un abrir y cerrar de ojos. Allí, muy astuto, le dijo a don Lobo.

– ¡Este queso es muy pesado, don Lobo! ¡Yo solo no puedo con él! ¡Baje y ayúdeme, por favor! -dijo don Zorro.

  Don Lobo, aunque a regañadientes accedió y se metió en el otro cubo. Como era tan pesado, cayó a plomo sobre el agua, mientras don Zorro salía disparado hacia arriba. Ya afuera y a salvo, éste se burló de su odiado enemigo, quien luchaba por no ahogarse.

 Por algo tiene el zorro fama de ser listo, ¿no creen amigos?

Moraleja: ¡Amiguito, si en todos sueles confiar, desagradables sorpresas te puedes llevar!

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