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El Dedo de Oro

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(Antigua leyenda China)

  Reconociendo la tragedia, la desesperación que asolaba a los hombres, Lü Dongbin (deidad china reverenciada por los taoístas religiosos) decidió bajar del Hua-Sha, el pico sagrado. Lü Dongbin era conocido como el líder de facto de los ocho inmortales, famoso por su erudición, su profunda espiritualidad y su rechazo a los valores mundanos. Su misión era mejorar el Saha (o China terrenal).

  Veía Lü Dongbin que en el Saha hombres y mujeres, absortos en sus propios problemas, deslumbrados por sus anhelos, se habían olvidado de cuidar a los desamparados. Él los ayudaría. Y no sólo a ellos, sino que también para el desorientado tendría un consejo, le daría valor al cobarde y tendría paciencia para el rabioso.

   Bajó del pico andando, llevaba su famosa espada para alejar el mal, junto con su espantamoscas para mantener la concentración. Y un feliz día Lü Dongbin se mezcló entre los mortales, con ojo avizor al entuerto y la injusticia.

 En su andar, el sabio encontró a un joven que lloraba sin sosiego, como si el mismo cielo hubiera estado en su contra. Lü Dongbin le preguntó el motivo de su llanto, a lo que el joven respondió entre sollozos, contando que su padre había muerto hacia escasos días y de manera trágica. A consecuencia de esto, o tal vez por otras razones que él desconocía, pero su madre había caído gravemente enferma, presa de un mal que ningún médico reconocía y que menos curaba.

   Aquel dio chino, sabedor de que un hijo ingrato hubiera huido de su casa, olvidando los problemas de la familia, el sabio juzgó al joven como un espíritu fiel, una persona buena. Ese buen gesto fue suficiente para que decidiera ayudarlo.

 Tomó entonces Lü Dongbin una piedra del tamaño de un ladrillo, la convirtió en oro, se la ofreció al mortal para remediar sus angustias. Para su sorpresa, el joven rechazó el regalo.

-¿Por qué no aceptas este oro que puede ayudarte a mantener a tu familia por un largo tiempo?

   El joven respondió que él no quería el oro porque tarde o temprano se acabaría, lo que él quería que le regalara era el dedo con el que había convertido la piedra en oro.

   Ese día Lü Dongbin entendió que la codicia de los humanos es como un hoyo. Entre más y más escarbes más grande será el vacío que genera. Dejó la pepa de oro en el piso, ya decidiría el joven si usarla o no. 

 Siguió su camino preguntándose sobre la condición humana, tan necesitados de ayuda, tan avariciosos. ¿Cómo ayudar a un ser así? Hizo suya la empresa de encontrar la respuesta… Pero al parecer aun no la ha encontrado!

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