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El Duende que Desquiciaba a una Mujer

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El cronista de Leyendas y Tradiciones de la ciudad de México, don Artemino Del Valle Arispe, describió este caso como uno de los más intrigantes y a la vez curiosos, de los que él se hubiese enterado.

El cronista de Leyendas y Tradiciones de la ciudad de México, don Artemino Del Valle Arispe, describió este caso como uno de los más intrigantes y a la vez curiosos, de los que él se hubiese enterado… Este tormentoso hecho sucedió en una vieja casona de la plazuela de Santo Domingo, en la capital mexicana, durante la época de la colonia a principios de los años 1800’s…. La tétrica historia empezó cuando una noche, la devota señora Luisa de Cervantes, estando acostada y con la luz apagada, sintió de pronto fuertes golpes en sus mejillas. Se levantó y encendió una luz y observó con terror que se trataba de un horrible enano que se burlaba de ella, y después de hacerle muchas fechorías, la dejó tranquila unos días, pero a la semana siguiente, volvió a asustarla.

EL ENANO EN EL TEJADO
Doña Luisa estaba temerosa una noche que oyó fuertes toquidos provenientes del tejado, encendió varias veladoras en forma de cruz sobre un improvisado altar, pero de nada le sirvió, ya que los toquidos eran cada vez más estrepitosos. La señora tomó una garrocha y empezó a golpear el techo, y cuando parecía que volvía a reinar la paz, se inició una estruendosa caída de tejas que el enano lanzaba desde lo alto del techo y por cada teja que se hacía pedazos en el suelo, el malvado enano reía a carcajadas. La dama se rindió ante esta travesura y al día siguiente pagó a un albañil para que reemplazara las tejas rotas. Tres días después Doña Luisa empezó a preparar su cena, consistente en un caldo de pollo con verduras, pero cuando se sirvió un plato de la olla, apareció el enano y se lo tiró al piso. La indignada señora fue por otro plato hasta un trastero de madera, pero cuando buscó la olla, ésta no estaba en el brasero. Volvió la vista hacia la mesa y vio con sorpresa y coraje que el enano juguetón sacaba las piezas de la olla y se las comía. Le tiró de escobazos a la cabeza, pero el enano se salió de la cocina llevándose la olla.

PIDIO AYUDA A LOS FRAILES

Por la mañana del domingo Doña Luisa fue a ver a los frailes de la iglesia de Santo Domingo, y éstos le aconsejaron que rezara rosarios tres veces al día, y que por la noche hiciera penitencia y ayuno por las mañanas. Ella siguió al pie de la letra estos consejos, pero no tuvo éxito. Volvió a consultar a los frailes y uno de ellos le aconsejó que rezara la poderosa oración conocida por “la magnífica”, pero por la noche, cuando ella rezaba dicha oración en su recámara, se le volvió a aparecer el diabólico duende e incluso le rompió su rosario y su Biblia de bolsillo.

UNA BROMA MUY PESADA

En cierta ocasión, en que Doña Luisa tuvo que asistir a una fiesta por el cumpleaños de una vecina a la cual estimaba mucho, el duende le jugó una muy pesada broma, ya que cuando la dama estaba conversando con unos amigos, este ser le bajó el largo vestido hasta el piso. Los caballeros quedaron asombradísimos al ver caer el vestido de la dama, sin que al parecer nadie lo tocara. Doña Luisa enrojeció y toda avergonzada corrió a un salón contiguo donde un invitado le prestó su capa para que ella se cubriera.

OTRA SORPRESA

Desesperada por las pesadas bromas del duende, Doña Luisa, fue a consultar al hechicero don Salvador, ya que pensó que era su último recurso. El hombre la escuchó atentamente, y en cuanto le narró todo lo que había sufrido por culpa de ese maldito duende, el hechicero le informó que ese duende o gnomo, era un ser elemental que tenía como misión cuidar de los tesoros de la Tierra y que tal vez en su vieja casona había dinero oculto, enterrado quizá por alguno de sus antepasados. La aconsejó, finalmente que fuera y que con todo el valor le preguntara al duende si había un tesoro enterrado en algún lugar de la casa. Y así lo hizo, por la noche, en el sótano invocó la presencia del duende, el cual apareció al cabo de algunos minutos. El duende habló con voz ronca y terminó por decir que en el rincón del sótano por el oriente, había “un entierro”. La dama, emocionada, fue por un pico y una pala y empezó a cavar, y como medio metro de profundidad encontró una viejísima vasija de barro. La sacó y la destapó y casi cayó desmayada cuando en lugar de oro plata, encontró carbones… El cínico duende se burló de la desdichada mujer con fuertes risotas y desapareció.

El FINAL DEL TORMENTO
Doña Luisa de Cervantes acudió con su confesor de la iglesia de Santo Domingo y le contó de los consejos del hechicero. El sacerdote
la regañó agriamente por dejarse seducir por esas supercherías. Finalmente, le sugirió que rezara un rosario diario a las ocho de la noche en esa iglesia, sólo que en el altar mayor. Así lo hizo, y la mujer notó desde la primera noche de rezo el duende la respetaba, y a los nueve rosarios, el duende nunca jamás se le volvió a aparecer…!¡ Extractado de: Las calles de México // A. González Obregón.

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