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EL FUTURO MIGRATORIO EN EE UU

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Hemos entrado vertiginosamente en el año electoral que, sin exageración y en todos los sentidos posibles, marcará la nueva historia de Estados Unidos. No solo porque en este 2020 se definirá si el actual presidente extenderá su cuasi autocrático mandato durante otros cuatro años apoyado en una retórica antiinmigrante de alta intensidad, sino porque la contraparte pro inmigrante hará todo lo posible porque impere el carácter democrático de una república que ha regido a este país durante más de 200 años.

Además con la ejecución del general iraní Qassem Soleimani, ordenada por el mandatario estadounidense, y seguido por la sombra del juicio político en su contra, ya se anticipa que a este 2020 no le quedará espacio para el relajamiento.

Por ejemplo, apenas rebasada la primera mitad de este mes, ya tenemos como contexto de las futuras elecciones presidenciales de noviembre, además del latente conflicto con Irán, temas tan variados como la intención gubernamental de desviar $7,200 millones de dólares del Pentágono para la construcción del muro fronterizo, esa obsesión oficial utilizada como obvia estrategia electoral, pero que curiosamente no está pagando México, como era la empecinada intención inicial, sino eventualmente el ejército estadounidense y los contribuyentes.

Por otro lado, hemos visto un debate demócrata más reducido, con poco brillo y con evidentes ejemplos de fractura, como el protagonizado por Elizabeth Warren y Bernie Sanders al final de dicho debate, que permitió escuchar más en el micrófono indiscreto que lo que ambos dijeron durante el foro. Fue un breve pero airado sainete de reclamaciones en el que la senadora, rechazando darle la mano, acusó al veterano de haberla llamado ‘mentirosa’ públicamente, situación que no favorece la imagen de quienes predican por la unión como estrategia para contrarrestar el profundo divisionismo en que ha caído el país durante los últimos tres años.

Por si fuera poco, una nueva y nutrida caravana de migrantes centroamericanos avanza a pesar de tener todo en contra, y a sabiendas de que alrededor del 70% de quienes logran llegar a la frontera sur de Estados Unidos a solicitar asilo, se les niega y regresan a su país con las manos vacías; Sin embargo, las opciones no son muchas, y para esos miles de seres humanos es mejor arriesgarse a salir que permanecer donde se les ha acabado todo, incluso la esperanza.

Tenemos también las nuevas revelaciones sobre el pensamiento supremacista de uno de los principales asesores de la Casa Blanca, Stephen Miller, y que apuntan todo el tiempo a perjudicar de manera siniestra a los inmigrantes indocumentados de color y provenientes de naciones pobres y conflictivas. Se trata, según el Southern Poverty Law Center (SPLC), del análisis de unos 900 correos electrónicos de contenido racista enviados por Miller al sitio de noticias Breitbart entre 2015 y 2016, que supuestamente tenían enlaces a diversos portales supremacistas.

No faltan, por supuesto, las querellas legales en torno al tema del asilo, unas revirtiendo órdenes ejecutivas que parecían inamovibles, otras reforzando las decisiones presidenciales; y en medio de todo ello, nuevos reportes de las terribles condiciones al interior de los centros de detención de inmigrantes. Es el caso de los severos padecimientos gastrointestinales que sufren los detenidos tras el consumo de la comida proporcionada por las autoridades migratorias en Arizona, conclusión a la que han llegado especialistas médicos locales.

Es decir, hay una cascada de acontecimientos que en su conjunto y en tan poco tiempo le han dado un rostro bastante reconocible a este año de tensiones latentes, y que obligan, al menos a los inmigrantes, a estar en guardia permanente, no solo en el ámbito informativo, sino en el siguiente paso a dar dependiendo de los resultados de cualquiera de las partes en cuestión. Entre estos sobresale, por supuesto, el desenlace de la siguiente etapa del juicio político al presidente acusado de abuso de poder y obstrucción al Congreso, así como, si sale librado el mandatario de estos señalamientos, el resultado de las elecciones presidenciales de noviembre, que desde ya todo el mundo está siguiendo muy de cerca.

En fin, si alguien ha abusado del término “parteaguas histórico” para describir hechos de trascendencia menor, este es el momento de aplicarlo de manera más que adecuada, a sabiendas de que el racismo y la xenofobia difícilmente perderán hegemonía en todo el proceso electoral.

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