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El Otro Grito de Independencia

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Algo que la Historia oficial prefiere no recordar

  El Grito de Dolores es una ceremonia con que se recuerda cada año en México la arenga que el cura Miguel Hidalgo dirigió a los habitantes del pueblo de Dolores, Guanajuato, la madrugada del 16 de septiembre de 1810, cuando se acercaban al templo para asistir a la misa primera por ser domingo, pero en vez de misa se levantaron en armas, iniciando el movimiento de Independencia, que se lograría 10 años después, el 27 de septiembre de 1821.

  – El primer Grito (no oficial) de Dolores se dio el 16 de septiembre de 1812, en Huichapan, Hidalgo, por cuenta del General insurgente Ignacio López Rayón, seguido por una descarga de artillería.

   –  Se dice que el Presidente Porfirio Díaz, o sus allegados aduladores fueron quienes cambiaron la fecha del Grito del 16 a la noche del 15 de septiembre porque era el día de su cumpleaños. Sin embargo, al parecer existe un antecedente, pues la noche del 15 de septiembre de 1846 se conmemoró el Grito de Dolores con una serenata frente al Palacio Nacional y una velada en la Universidad.

   – El 1° de marzo de 1822, el Congreso Constituyente declaró Fiesta Nacional el día 16 de septiembre, lo cual fue ratificado el 27 de noviembre de 1824.

   –  La historia oficial de México, al igual que otras historias, tiene héroes y antihéroes. Entre los antihéroes de México, podríamos contar a Don Porfirio, a Agustín de Iturbide y a Maximiliano  de Habsburgo, a quien se le tacha de haber sido un usurpador, entre muchas cosas más, incluyendo el de ser extranjero con rango de Emperador; como que se nos olvidó que durante 300 años tuvimos virreyes extranjeros con rango de emperadores, pero en fin… a lo que voy es que, con todo y ser extranjero y traído a México por los conservadores, Maximiliano en muchos aspectos fue más liberal que algunos liberales. 

   Hay pruebas de que tanto Maximiliano de Habsburgo como la emperatriz Carlota llegaron a querer a México y a los mexicanos, y tuvo grandes aciertos durante su corto mandato, aunque la historia oficial prefiera no mencionarlos. Uno de tales aciertos fue haber tratado de incitar a los mexicanos a tener identidad propia, y esto se logra a través de los héroes de la historia y las fechas memorables. Tan fue así, que en 1864, fue el primer gobernante en ir personalmente a Dolores, Gto. para dirigir la ceremonia del Grito (Hay en Dolores Hidalgo una placa alusiva a ese hecho, de las pocas en México que recuerdan a Maximiliano.) Para la ocasión, el emperador vistió de charro y Carlota, de china poblana.  

  Un año después, el 16 de septiembre de 1865, se organizó una de las primeras grandes fiestas de la Independencia en el zócalo y el Palacio de la ciudad de México y fue presidida por el Emperador Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota de Bélgica. Las crónicas de la época dicen que fue un festejo de gran algarabía, con la pompa del protocolo… y la verbena popular, casi como se sigue haciendo hoy en día.

  Una crónica dice así:   “Con el entusiasmo de todos los años, con la vehemencia de costumbre, el pueblo mexicano acudió esa noche a la Plaza de Armas para gritar vivas a la Independencia de México, cuando ¡oh ironía! México estaba gobernado por un monarca extranjero. A la madrugada del 16, las salvas de artillería, los repiques, las banderas militares y los cohetes que atronaban el aire, anunciaban al pueblo mexicano que éste celebraba su Independencia, bajo el régimen de un príncipe austriaco.

  A las nueve de la mañana, se dirigieron Sus Majestades a la Catedral en la carroza de lujo en medio de una valla, que del palacio a la basílica formaba la guardia palatina. Después del Te Deum, los soberanos recibieron en el salón de Embajadores a todos los funcionarios de la Corte, al cuerpo diplomático, a los miembros del ayuntamiento de la ciudad y a los notables.

El emperador vestía aquella mañana uniforme de general mexicano luciendo al pecho las grandes cruces del Águila Mexicana, de Guadalupe y el Toisón de oro. La emperatriz vestía de blanco y llevaba riquísimas joyas.

 Posteriormente, Maximiliano escoltado por su Estado Mayor y por un cortejo de generales y jefes de alta guarnición, pasó revista a sus tropas. Después de este acto, regresó a Palacio Imperial ‘trotando a todo galope por las calles de Plateros y San Francisco, donde una multitud entusiasmada lo aclamaba.’

   Al llegar a la Plaza de Armas, el Emperador y sus principales acompañantes se situaban enfrente a la puerta central del Palacio para presenciar el desfile de la columna. En los balcones, se encontraban la emperatriz, sus damas y altos dignatarios de la corte.

   En la columna militar, las tropas mexicanas venían en primer lugar, seguidas de las francesas y austriacas, y por último las belgas.

   Por la tarde, se sirvió una suntuosa y elegante comida.

  Concluía el día patrio con la quema de vistosísimos fuegos artificiales y una gran serenata frente al Palacio Imperial”.   

  Eso fue hace 150 años ¿Este año será mejor?  Herodoto Soto  

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