En la selva vivía un pequeño puma que traía de cabeza tanto a sus padres como a los profesores, y hasta a sus amigos que ya los tenía fastidiados, pues todo lo que quería lo pedía llorando.
En clase, si tenía que esforzarse por aprender una lección, montaba un drama de lágrimas y suspiros que por supuesto desconcertaba al profesor y molestaba muchísimo a sus compañeritos.
Aunque también mañosamente utilizaba sus lágrimas para chantajear y no hacer nada. Cuando su madre le pedía algún favor, él con llorar y decir: “No sé cómo se hace”, bastaba para librarse del pedido de su madre.
Como es lógico, nadie le tomaba en serio y nadie creía en sus lágrimas; y hasta en ocasiones pasaba por tonto, cosa que, en realidad, no era para nada.
Un día se le clavó una púa en la pata y comenzó a llorar a grito limpio, esta vez con razón, pues sentía unos dolores tremendos, pero, claro, nadie le hacía caso, creyendo que era otra de sus comedias, ya acostumbradas por el pumita.
Como resultado de ello, la herida se le infectó y tuvieron que cortarle desgraciadamente la patita. Entonces, el pequeño puma comprendió, aunque un poco tarde, cuán perjudiciales habían sido para él sus falsas lágrimas y por qué las verdaderas no habían surtido ningún efecto cuando el puma necesitaba ayuda.
Moraleja: Amiguito: el engaño y la falsedad cierran las puertas a la verdad!!
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