En las profundidades del azulado mar, todos los animales del reino oceánico estaban de plácemes y en gran festejo. La razón era que acababa de ser elegido un “Nuevo Rey”, y era nada menos que el señor Pulpo, un anciano bondadoso, magnánimo e inteligente pero sobre todo justo con todos.
El destino del pueblo parecía ser muy prometedor, y en efecto lo fue, durante los primeros años de su reinado, el rey Pulpo se portó como un agradable y muy sensato monarca escuchando que aparte de gobernar, le gustaba servir a cuantos necesitaban de él.
Sin embargo, a medida que su poder y sus riquezas aumentaban, se hacía más y más ambicioso. Empezó a pedir al pueblo cosas cada vez más costosas y difíciles. Llegó un momento en que todos los habitantes del océano tenían que trabajar, se pudiera decir que las veinticuatro horas, para atender sus exigencias y vanidades. No podían comer, beber ni descansar ni un momento por complacer al rey.
Al fin, la situación llegó a su límite. Los mismos animales que años antes habían colocado en el trono al Pulpo por ser bondadoso y justo, se reunieron y decidieron echarlo violentamente, en castigo a su insaciable ambición.
Desde entonces, Pulpo vive lejos de la Corte, abandonado y despreciado por todos los que un día lo admiraban.
–¡Ah!, Si no hubiese sido por el brillo del poder y del dinero, todavía yo fuera rey -se lamentaba don Pulpo.
Moraleja: Amiguito, si te ciega la ambición a tu vida, sólo traerá desolación!!
Comparte
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine