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EL TÚNEL DE LA MUERTE

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BALVANO, ITALIA  1944

  Algunas estadísticas mencionan el descarrilamiento ocurrido en Modane (Francia), el 12 de diciembre de 1917, como la mayor tragedia ferroviaria de la historia: 543 muertos. Inmediatamente después se ubica el drama del llamado “Expreso del Mercado Negro”, (Espresso della Borsa Nera) que corría entre Nápoles y Lucania, ocurrido el 2 de marzo de 1944, que causó 523 víctimas.

  En marzo de 1944 Italia volvía a ser, como en tiempos del Renacimiento, escenario de duras batallas entre ejércitos extranjeros. Desde Roma al norte, dominaban los alemanes; desde el sur avanzaban hacia Roma las fuerzas aliadas. En el fuego cruzado, la población civil sufría lo indecible. La producción de alimentos desde agricultura, ganadería y demás estaban paralizados, y mucha gente carecía hasta de lo elemental para subsistir. Los estadounidenses habían llegado a Italia y con ellos la llamada “guerra del hombre rico”, es decir, la abundancia virtualmente inagotable de sus arsenales y almacenes, sobre todo de sus cocinas. Los imaginativos habitantes del sur de la península, que durante milenios habían visto llegar ejércitos extranjeros (griegos, cartaginenses, árabes), desarrollaron todo un arte de la supervivencia.

   Tan pronto como los aliados redujeron la resistencia alemana y reanudaron su avance hacia el norte, los napolitanos organizaron un muy activo mercado negro de alimentos, abasteciéndose de “variadas” formas en los depósitos estadounidenses. Gracias a  la benevolencia (e interés) de las autoridades crecía un mercado negro a la luz del día.

  Todas las noches partía desde la estación central de Nápoles hacia Lucania un tren expreso. Muchos de sus pasajeros se dedicaban a la compraventa ilegal de alimentos. Los aliados, dejaban hacer, porque los habitantes de la región ya habían padecido demasiado, como para que siguieran padeciendo de hambre. Los pequeños napolitanos tenían derecho, después de tanto horror, a los chocolates y caramelos que guardaban los depósitos milagrosamente inagotables de los americanos. Ni hablar de la carne y otros alimentos de sustento para los ancianos y los enfermos y los convalecientes de las heridas de guerra.

   En la noche del 2 de marzo de 1944, partió de Nápoles el tren 8017, con 520 pasajeros y la tripulación habitual del convoy, que era impulsado por dos locomotoras de vapor, que habitualmente tiraban sin problema de las 500 toneladas de máquinas, vagones, viajeros y mercancía. Pero en esa ocasión iba excedido de peso. En jornadas de frío normal, no habría sido problema, pero ese invierno era muy duro, y algunos tramos de los rieles estaban congelados. Las dos locomotoras no bastarían para hacer que las ruedas girasen sin tracción.

 El viaje discurrió sin dificultades hasta que se acometió la travesía de la cadena de los Apeninos. Pasada la estación de Balvano, el tren ingresó en el sector de los túneles. Aunque se hallaban en subida, cruzó los dos primeros sin dificultades. Poco después se internaba en el tercer túnel, que tenía una extensión de casi cuatro kilómetros y seguía una trayectoria en forma de letra S, siempre en ascenso.

   Dos horas más tarde, desde la estación de Bellamuro se comunicaba a Balvano que el tren 8017 no había llegado y se pedía información de las causas de la demora. Alrededor de una hora más tarde, el personal de Balvano pudo detener al tren 8025, cuya locomotora desenganchó para poder llegar hasta el túnel, a unos 3 kms de Balvano. 

   El “Expreso del Mercado Negro” estaba detenido en el interior del tercer túnel, menos el vagón de la cola, que quedó fuera del túnel.

   Las investigaciones que se realizaron permitieron establecer que las ruedas comenzaron a patinar en las vías heladas, por cuya razón los maquinistas intentaron acelerar la marcha, a pesar de hallarse en pendiente. Para ello, requirieron de los fogoneros que echasen más carbón en la caldera. En vano. El tren no se movía. Hubiese resultado más simple descender para salir del túnel, pero la decisión de seguir adelante fue fatal. La galería se llenó de humo y, como casi todo el pasaje estaba durmiendo, pasó suavemente del sueño a la muerte. Seis de los 522 pasajeros salvaron sus vidas. Uno de ellos había bajado en Balvano para desentumecerse y, para protegerse del frío, cubrió su rostro con una bufanda, volvió a su asiento sin quitársela y tan pronto comenzó a toser, apretó la bufanda contra su nariz y boca, descendió nuevamente y trastabilló hacia la salida. Increíblemente, volvió a subir al tren, esta vez al último vagón, y allí fue encontrado desmayado. Otros cinco sobrevivientes huyeron antes de la llegada de los equipos médicos y de la policía, temerosos de ser detenidos por sus actividades en el mercado negro…

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