Trabajamos en computadora y nos cuesta entender que somos nosotros los que fallamos, y no la máquina, cuando se producen desastres. Al comienzo aseguramos que ese maldito aparato no andaba bien, que hay algún defecto. Sabemos que existe algo llamado “virus de la computadora”, y repetimos que el virus tiene la culpa. Terminamos por comprender que somos nosotros mismos los que causamos todo y que la máquina nunca fallaba, y que nosotros somos el virus de la computadora.
Nosotros, los humanos, somos el virus de un mundo compaginado entre tigres y ciervos, entre mosquitos y patos, entre bichos de luz y plantas carnívoras, un mundo de orden y conexión, que es una poderosa y portentosa telaraña, donde cada vibración tiene su debida repercusión, y ésa es la armonía de las esferas que sabían oír los clásicos, pensando que Dios pulsaba el arpa. Nosotros somos el virus. El virus es la libertad, es el sueño del “yo quiero”.
El virus es la grandilocuencia del puesto del hombre en el cosmos, separado, único, fuera de la realidad, diciendo que es espíritu, que es cultura, que es símbolo. Y claro que lo es, pero no tiene razón de ser esa separación, ya que todo lo que es, finalmente es naturaleza, de ella deviene. No habría acto si no hubiera potencia, decía Aristóteles, y nada es a menos que pueda ser. Hay que dejar de considerar al hombre como algo superior por naturaleza. Nada eres, decía Pico della Mirandola, en el Renacimiento, porque puedes llegar a serlo todo. Para eso tienes la libertad y la capacidad de modificar el mundo, tu mundo, día a día.
El hombre es el ser que pregunta, ésa es su dignidad. Cae, y se vuelve una máquina repetitiva, si toma en serio sus respuestas, las codifica, las petrifica, y construye con ellas templos, porque entonces traiciona a la realidad que es movimiento, azar. “No tendrás otros Dios, fuera de mí”, dijo Dios. Los otros dioses siempre son cosas que te esclavizan. Dios es el innombrable, y también a El tienes que descubrirlo diariamente. Por eso Dios te libera, te obliga a ser libre.
Articulo originalmente publicado por el Centro de
Reflexión Existencial // www.superacion-personal.net
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