“Me sentía muy cansada, tenía mucha presión en mi pecho, mucho dolor de cabeza… Me entraban escalofríos, se iban, y al momento volvían. Pensaba que era porque llevaba once días seguidos trabajando”, relata desde su casa Pérez, cuya máxima preocupación ahora es no contagiar a sus hijos pequeños.
Ella es una de los cien trabajadores de supermercados afectados por el COVID-19 en la zona de Los Ángeles, según el recuento del Sindicato de Trabajadores Unidos de la Industria de Alimentos y el Comercio (UCFCW, en sus siglas en inglés).
Para protestar ante esta situación, varias decenas de coches acudieron este martes al estacionamiento del supermercado tocando el claxon y con pancartas pidiendo “mayor protección para los empleados” y “respeto por la vida de la gente morena”, en alusión a la comunidad hispana.
La secretaria y tesorera de UCFCW, Kathy Finn, una de las líderes de las protestas, pide a la empresa propietaria de Food 4 Less, Kroger, que consiga pruebas de coronavirus para monitorear a sus empleados con el objetivo de aminorar el riesgo de contagio.
En su opinión, Kroger debe cumplir de manera “total” con las nuevas regulaciones a nivel estatal y del condado para proteger la salud de los trabajadores de supermercados, de lo clientes y del público en general.
Además, recuerda a los ciudadanos la importancia de llevar máscaras en lugares como los supermercados, puntos de mayor aglomeración de personas durante la pandemia del coronavirus.
A estas demandas se suma Delia Montiel, una cajera mexicana compañera de Pérez en el mismo establecimiento.
“Lo principal que pido a la empresa es que guarde el límite de personas dentro de la tienda par poder respetar el distanciamiento social y la desinfección de los productos”, señala Montiel antes de entrar a su turno, que empieza este martes a las 10:30 hora local.
Esa fue precisamente la reclamación hace unas semanas de Pérez, ahora enferma.
“Había demasiada gente en la tienda; yo alerté de eso, pero fueron mensajes ignorados”, lamenta.
Pese a que era obvio, la cajera no quiso insistir en sus peticiones por miedo a “represalias” por parte de la empresa. “Cuando reportamos algo, te cambian el horario, te ponen en el turno de noche”.
“Yo, que llevo tantos años trabajando aquí, pensé: mejor me quedo callada y no digo nada más”, agrega Pérez, una del centenar de trabajadores del mismo sindicato enfermos por COVID-19.
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