EFE
A pesar de su título, “Canciones para robots románticos”, y de aterrizar en las tiendas en la semana de San Valentín, el nuevo disco de Fangoria contiene uno de los mayores alegatos de Nacho Canut contra el amor, que es “una tontería para vender productos”, dice sentado junto a su cómplice musical, Alaska…
“Yo no creo en el amor. Lo de casarse por amor es una cosa moderna, porque antes la gente lo hacía por interés. Esa es para mí la manera de ver las relaciones”, explica el músico y compositor en una charla con Efe sobre el décimo álbum de estudio del dúo, que se publica mañana.
“Canciones para robots románticos” (Warner Music) se dirige a esos autómatas que, tras “estropearse, se engañan a sí mismos con la posibilidad de amar”, y condensa parte de su filosofía sentimental en el primer sencillo, “Geometría polisentimental” o, lo que es lo mismo, “¿cómo hacer para conocer a una persona y mantener la relación con ella?”.
En ese sentido, mantienen que la honestidad está sobrevalorada y que su unión artística durante tanto tiempo es la prueba irrefutable de que “es mejor disfrazar las cosas un poco para entenderse y no llegar al enfrentamiento”.
“La mitificación de la sinceridad es de lo peor que puede pasar y es muy de este momento en España. Hay que tener mano izquierda. Nosotros vivimos la Transición y ahora mismo estamos en una segunda transición, en la que todo está muy polarizado y en la que todo molesta a alguien”, observa Alaska.
“Geometría polisentimental”, elegido por ser uno de los cortes más representativos de lo que el público asimila con Fangoria, lleva el sello de Guille Milkyway, encargado de la producción de la primera mitad del disco, mientras que la segunda corresponde a Jon Klein, miembro de la mítica banda de rock gótico Specimen.
Con ambos trabajaron en “Cuatricomía” (2013), su anterior trabajo, pero esta vez les propusieron variar la premisa de partida: “Que Milkyway fuese menos Milkyway y que Klein hiciese canciones de disco music y más pop”.
Frente a los sabores conocidos del citado primer sencillo, “Canciones para robots románticos” sorprende más estilísticamente con el tema que lo abre, “Disco Sally”, dedicado a Sally Lippman, la octogenaria “reina de las discotecas”, famosa por sus fiestas en el Studio 54 y por fallecer, presuntamente, en la pista de baile.
“Ha marcado el lenguaje en el mundo ‘gay’, porque una ‘Disco Sally’ es esa persona que se niega a envejecer”, explica Alaska, que no le ve problemas al paso del tiempo, más allá de que “la máquina se va estropeando”, y que opina que a ellos el cuerpo se les ha adaptado a lo que “de verdad” son “mentalmente y de carácter”.
“Estamos más cómodos en esta cincuentitud”, afirma la polifacética artista mexicana, a lo que Canut, que relee estos días al ensayista Antonio Escohotado (uno de sus “mayores referentes”, apuntan), añade que nunca fueron “muy defensores de la juventud” per se.
Otro de sus referentes añejos están en las fuentes de inspiración de la portada y del arte del disco que, nuevamente, vuelve a corresponder a Juan Gatti, quien ensalza la sobriedad de la arquitectura doméstica de Mies Van Der Rohe, en contraste con un follaje otoñal “muy de Connecticut”.
“Es el año 1964, lo tengo clarísimo”, afirma Alaska ante las imágenes para las que se caracterizaron con la vista puesta en la película “The Stepford Wives” (1975), sobre un pueblo aparentemente idílico, forjado por amas de casa perfectas que, en realidad, hace tiempo que fueron sustituidas por robots… ¿románticos?
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