Más de 200 discos y unas 90 películas testimonian el brillante aporte de Flor Silvestre a la industria del espectáculo en una carrera artística que la asocia de manera indeleble a la memoria de Antonio Aguilar, el gran Charro de México, su esposo, compañero y camarada en la vida y en el arte hasta el año 2007.
La vital presencia de esta pareja legendaria representa el auge de la edad dorada del cine mexicano y su música, un producto de exportación cuya marca registrada lleva ambos nombres a un nivel tan alto que, además de trascender muchas fronteras, deja el sello de su influencia en importantes segmentos de la cultura popular latinoamericana.
El dominio de su voz y la técnica con que la maneja irradiando un apasionado sentimiento fueron la base de su desarrollo artístico. Con experiencia y ya con un nombre reconocido la ‘descubren’ el productor cinematográfico Gregorio Walerstein y Emilio Azcárraga en una de sus actuaciones en el centro nocturno El Patio y la invitan a que trabaje en el cine contratándola para cinco estelares, para un programa en la XEW y para que grabe su primer disco.
En la primera de sus películas, “Primero Soy Mexicano”, comparte créditos con Joaquín Pardabé, Luis Aguilar y El Charro Avitia, tres ‘rivales’ que se pelean entre sí por el amor de ella. Transcurre el año 1947. Sus actuaciones en el cine ‘western’ mexicano con campirano ambiente folklórico se realzan gracias a su faceta de cantante.
Tres años más tarde, en 1950, en un programa en la XEW, donde cada cuatro semanas invitaban a un cantante masculino, el artista seleccionado es Antonio Aguilar, que hace su primera presentación en esa radio. Ella ya había filmado varias películas. Allí se conocen y cada quien sigue su vida personal por separado. Pasan varios años antes de que se comprometan. Finalmente, se casan el 29 de octubre de 1959, poco antes del estreno de ‘La Cucaracha’, épica película que ella estelariza junto a María Félix.
La vasta filmografía de Flor Silvestre incluye realizaciones tan importantes como ‘La Doncella de Piedra’, su primera película en color, con Elsa Aguirre, en 1956, el mismo año en que protagoniza con Antonio Aguilar ‘La Huella del Chacal’. Además, trabajó con Cantinflas en ‘El Bolero de Raquel’, en 1957.
A comienzos de la siguiente década actúa frente a las cámaras con Viruta y Capulina en ‘Dos Locos en Escena’ (1960) y dos años más tarde se presenta en la película (nominada al Óscar) que la proyecta a un nivel mucho más internacional: ‘Ánimas Trujano’, donde comparte roles estelares con Toshiro Mifune y Columba Domínguez. Junto a su esposo Antonio Aguilar, hace dramas y comedias como ‘Caballo Prieto Azabache’ (1968), ‘Lauro Puñales’ y ‘El Ojo de Vidrio’ (1969).
Carrera artística y cotidianeidad son en Flor Silvestre un binomio inseparable en que su vida se funde, se conjuga, se entiende y adquiere pleno sentido en torno al nombre de Antonio Aguilar y su familia: “Dejé todo por él. Ya no más vivía y trabajaba con él y para él”, resume, mientras hace las nostálgicas evocaciones de sus giras y de los resonantes éxitos alcanzados junto a él y a sus hijos Toño y Pepe, especialmente esos reiterados ‘sold out’ en el Madison Square Garden de Nueva York.
Musicalmente, en su trayectoria hay títulos tan emblemáticos y potentes como “Canción Desesperada”, “Gaviota Traidora”, “Cielo Rojo”, “Celosa”, “Un Cariño Santo”, “Una Limosna” y, sobre todo, “Mi Destino Fue Quererte”, su canción favorita por tratarse de un nombre que se asocia de manera definitiva a lo que fue su relación con El Charro de México: “¡Un hombre tan lindo! ¡Un hombre completo! ¡Fue un hombre! Muy considerado, muy respetuoso. Un sabio. Mi esposo era un señor y me gusta mucho decirlo”.El año 2001, la ANDA (Asociación Nacional de Actores) otorgó a Flor Silvestre y a su esposo la Medalla ‘Eduardo Arozamena’ como reconocimiento por su contribución al cine y a la música de México durante casi 50 años de ejemplar trayectoria artística.
En materia de gustos, para ella lo máximo era el mariachi. Le encantaban los sones, los jaliscienes y los huastecos. También la banda, por su alegría, el grupo romántico y el tamborazo zacatecano, aunque insiste en su predilección por ¡el mariachi! Por eso precisamente sentencia: “Quiero que cuando ya me entierren lo hagan con dos mariachis, con dos grupos, y con la banda, por supuesto”
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