Al estar rodeados de comodidades, en muchas ocasiones no apreciamos a quienes viven modestamente. Quizá después de leer esta hermosa historia, empezaremos a comprender que los bienes materiales no dan la felicidad.
Había una vez un gatito que vivía en una cueva del bosque. Un buen día recibió una carta de un pariente suyo que residía en la ciudad; en ella, le anunciaba su próxima visita. Muy contento de poder ver a dicho pariente, empezó a buscar comida, con el fin de darle una feliz estancia. Sus amiguitos le ayudaron a encontrarla. Llegó el pariente, orgulloso y condescendiente.
Acostumbrado estaba a los refinados manjares de la ciudad, no estimó lo suficiente la comida que su anfitrión le ofreció. Antes de marcharse, el pariente de nuestro gatito le invitó a devolverle la visita. Ya en la ciudad, el gatito del bosque se las vio negras para encontrar el domicilio de su pariente. Ruidos, sobresaltos, pisotones de la gente, amenazas continuas de los coches….todo esto le puso muy nervioso.
Su pariente lo recibió amablemente y le ofreció un formidable banquete; una larga mesa repleta de los más exquisitos manjares, llenaba el comedor. En plena comida, el ama de llaves del gato de ciudad, entró corriendo y chillando; un perro callejero la perseguía, lleno de rabia. Muy nervioso y atemorizado, el gatito decidió regresar a su casa del bosque. Pensó que no valía la pena rodearse de tanto lujo y riqueza, a costa de perder la tranquilidad y la paz interior.
Prefería seguir viviendo como hasta ahora. Probablemente, su pariente de la ciudad acabaría enfermo de los nervios, o con úlcera de estómago. En cambio él, seguiría tan contento, tranquilo y saludable como siempre.
Moraleja:
¡Vivir con lujos y comodidad, no siempre te dará felicidad!
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