La cripta del trumpismo está lista para un entierro anunciado. Raphael Warnock, senador demócrata del estado de Georgia, el pasado martes le puso el último clavo al ataúd de una ideología que puso en tela de juicio al mismo sistema político que consagró la vida política de nuestro país.
La victoria de Warnock sobre el candidato republicano Herschel Walker debería haber sido “pan comido”. No fue así. Walker fue un candidato inepto, sin experiencia política y sin conocimientos reales de las necesidades de Georgia.
Sin embargo, fue un candidato duro de roer debido a que tuvo el respaldo del Partido Republicano y de un sistema electoral que está diseñado para impedir la llegada de personas como Warnock; es decir, representantes de los grupos minoritarios.
Si en los países de Latinoamérica se instaló el sistema electoral de dos vueltas para darle más claridad de victoria al vencedor, en Georgia este sistema se estableció para mantener la discriminación institucional del periodo colonial. Es decir, institucionalmente los grupos minoritarios no solamente tienen que vencer una vez a los otros candidatos, sino derrotarlos categóricamente a través de una segunda vuelta en una población electoral plagada de euro-estadounidenses, muchos de los cuales tienen prejuicios raciales.
El Senador Warnock tuvo que realizar la hazaña de cuatro victorias en dos elecciones. La primera vez, en las elecciones presidenciales de 2020, venció dos veces a la candidata republicana euro-estadounidense Kelly Loeffler. En la primera vuelta obtuvo 32.9% de los votos mientras que Loeffler 25.9%. En la segunda vuelta Warnock obtuvo 51% contra 49% de la candidata republicana.
La semana pasada, el candidato demócrata Warnock se impuso por segunda vez al candidato republicano Herschel Walker, quien, a pesar de ser afroamericano, en el fondo es un individuo blanco que encarna el espíritu racista del trumpismo.
En la primera vuelta, Warnock se impuso con 37% del voto en unas elecciones que incluyó a Walker y a un candidato del Partido Libertario, Chase Oliver, quien básicamente impidió la victoria total del candidato demócrata y produjo la segunda vuelta.
Con esta última victoria, Warnock prácticamente le asentó el “tiro de gracia” al trumpismo, aunque los republicanos siguen sin denunciar el racismo, el sexismo y el fascismo de Trump.
Si los dirigentes republicanos mantienen esa postura condescendiente a las idioteces del trumpismo, entonces este partido no tiene futuro en un sistema democrático como el nuestro. La derrota de Walker tiene que despertarlos y hacerlos razonar que esta ideología pertenece a un pasado detestable.
Warnock le dio la última estocada al trumpismo.
Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com
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