EFE
El primer gran contraste de la Copa América se ha registrado en el aspecto de los estadios durante los primeros partidos del torneo, que se han disputado con gradas casi repletas como en el México-Uruguay o el Argentina-Chile y estadios sin apenas público como en el Panamá-Bolivia pasado por agua…
El cartel de “No hay billetes” todavía no se ha colgado en los estadios de la Copa América Centenario que se disputa en Estados Unidos, ya que tras el debut de todas las selecciones, ni las que más expectativas despiertan como México, Brasil o Argentina han jugado en estadios completamente abarrotados.
Pese a ello el Argentina-Chile se disputó con apenas huecos en las gradas en Santa Clara, mientras que el México-Uruguay registró una muy buena afluencia de espectadores, mexicanos en su práctica totalidad, en Phoenix.
Por contra, en otros campos ha habido una gran sensación de vacío, percepción que se incrementa por el gran tamaño de los estadios, ya que ninguno de ellos tiene menos de 60.000 localidades y el Rose Bowl de Pasadena, donde se jugó el Brasil-Ecuador, tiene 92.000 asientos, de los que se ocuparon, según los registros oficiales, 53.000.
Esta cifra de más de 50.000 asistentes supondría un lleno absoluto en buena parte de los principales campos de Europa y Sudamérica, pero en este gran recinto no fue suficiente para transmitir todo el calor futbolístico que se esperaba desprendiera el encuentro.
Pese a la falta de público en algunos lugares, el estadio de Santa Clara también estuvo lleno, además de en el Argentina-Chile, en el Estados Unidos-Colombia de la jornada inaugural.
El viernes pasado hubo, según datos oficiales, 67.000 espectadores en Santa Clara, donde caben 68.000, de los que la mayoría apoyaron al conjunto colombiano que en la práctica jugó como local ante Estados Unidos, el equipo anfitrión de la Copa, que no mueve precisamente multitudes deseosas de apoyarle.
Sin embargo, hasta el momento el equipo local por excelencia del torneo es México, cuyos seguidores prácticamente llenaron el estadio climatizado de Phoenix (65.000 localidades), en el que se congregaron 60.000 espectadores.
Esta afluencia de público en este encuentro no generó sorpresa, ya que las cifras oficiales hablan de once millones de mexicanos residentes en Estados Unidos y las no oficiales de treinta. Además, el encuentro se jugó en Arizona, un estado fronterizo con México.
Por el contrario, en otros partidos las cifras han sido diametralmente opuestas con datos como el de los dos encuentros jugados en Orlando, en un campo con capacidad para 60.000 espectadores. En el Costa Rica-Paraguay se citaron 17.000 aficionados que vivieron el encuentro a más de cuarenta grados.
Tres días después, con una situación climatológica completamente distinta como consecuencia de la amenaza de tormenta tropical, fueron 13.000 los espectadores que acudieron al Bolivia-Panamá, un partido en el que no se esperaba una buena entrada, pero en el que la lluvia contribuyó a disminuir el número de asistentes.
Tampoco despertó una gran expectación el Haití-Perú, jugado ante 17.000 espectadores, menos de un tercio del aforo, del estadio de Seattle, que tiene capacidad para 60.000 aficionados y que se encuentra en una ciudad considerada como de las más futboleras del país.
La organización dio como oficial en ese choque la cifra de 25.000 espectadores en el Soldier Field de Chicago, provisto de 63.000 asientos.
Al respecto, el periódico local Chicago Tribune señalaba con ironía que para alcanzar esa cifra, debían haber multiplicado por dos o incluso por tres a cada uno de los asistentes al encuentro.
Al margen de cuestiones estructurales como la del poco interés de los estadounidenses no hispanos por el fútbol o el de los aficionados neutrales por algunos contendientes, en la ausencia de público en ciertos encuentros también ha influido el precio de las entradas.
Las localidades más baratas para los partidos de este lunes correspondientes al Grupo D costaban cincuenta euros, pero se podían encontrar las más caras por 375 para el Bolivia-Panamá, que se jugó con un clima que no incitaba a salir de casa, y hasta 665 para el Argentina-Chile.
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