EFE
La estrecha carretera de Birgunj es un cordón umbilical que une a la India con Nepal por el que entra el 70 % de las importaciones del país del Himalaya y se esfuman los traficantes de niños, depredadores que ofrecen a familias muy pobres la elección entre la esclavitud o el hambre para sus hijos…
Protegida con un “hiyab” blanco en la cabeza y un tapabocas para el polvo, Ishwari Tamang vigila junto a una policía al pie de la carretera escudriñando las calesas atiborradas de personas que cruzan de un lado a otro de una frontera que indios y nepalíes pueden atravesar sin hacer ningún trámite migratorio.
Detiene con la mano una de ellas, una adolescente viaja acompañada por un muchacho. Le pregunta adónde va, le responde que a una boda. Ishwari pide a la chica que baje y que la acompañe. Ambas entran a un maltrecho cobertizo junto a la carretera y comienza el interrogatorio.
“Encontramos a sospechosos y los llevamos a un puesto de control, hablamos con ellos y preguntamos a sus padres o familiares y ahí concluimos si estamos ante un caso de tráfico”, indicó a Efe esta joven de 23 años.
Ishwari trabaja en uno de los dispositivos de control tráfico de personas de la organización no gubernamental Maiti, especializada en este delito, y la Policía de Nepal en Birgunj, capital del distrito Parsa: 107 kilómetros de frontera porosa y uno de los principales lugares de paso para los traficantes.
El tráfico de personas no es nuevo en Nepal. Hace décadas que mujeres y niños son comprados, engañados y comerciados, pero tras el terremoto que dejó el año pasado cientos de huérfanos y algunos de los distritos más pobres hundidos aún más en la miseria, las alertas por la situación de los más vulnerables se dispararon.
Pequeños vendidos por sus familias o entregados de manera gratuita a agentes que prometen a sus parientes la fantasía de un futuro que ellos no les pueden ofrecer son presa fácil para depredadores que comercian con niños para esclavizar en minas, industrias o servicio doméstico y explotar sexualmente.
Nadie sabe cuántos niños son objeto del tráfico de personas en Nepal. Algunas cifras de hace quince años hablaban de 12.000 menores anualmente, los datos oficiales señalan que en el último año hubo 1.877 rescates de niños y mujeres (no hay cifras oficiales separadas).
Patricia Landínez, especialista en Protección Infantil en Emergencias de Unicef en Nepal, manifestó a Efe que no hay “datos fiables” sobre tráfico de niños, aunque cree que no ha habido un aumento de este tipo de casos.
“Los reportes informales de nuestras contrapartes no indican que haya un aumento importante en el número de personas víctimas de tráfico después del terremoto”, señaló en una respuesta por escrito a Efe.
La cuestión de fondo es que las condiciones para que ese aumento se produzca sí se han acentuado.
“El año pasado tuvimos 250 casos y este año tenemos los mismos”, manifestó a Efe Samgita Puri, coordinadora en Birgunj de Maiti, al mencionar los casos reportados de niños y mujeres enviados a la India, principal mercado de este tráfico, que en ocasiones llega a los países del Golfo Pérsico, Europa y Canadá.
“Tres meses después del terremoto la situación era mucho peor, pero ahora los casos han bajado”, aseguró la activista de esta ong encabezada por Anuradha Koirala, considerada la “Madre Teresa” de Nepal.
Puri, sin embargo, subrayó que la vulnerabilidad de los más desfavorecidos ha aumentado y hay que tomar medidas de fondo: concienciar, crear empleo y hacer más rígidos los controles.
“El Gobierno debería crear oportunidades de trabajo porque la pobreza es la principal causa”, argumentó.
Un policía que pidió no ser mencionado admitió a Efe que en una ocasión un padre llegó a pedir que dejaran que sus hijos fueran objeto de tráfico porque no podía alimentarlos.
En 2011, según datos de Unicef, 1,6 millones (1 millón de ellos niñas) de los 8 millones de niños de entre 5 y 17 de Nepal estaban trabajando. 600.000 de esos niños lo hacían en la industria peligrosa, en la recolección de basura o la minería.
El jefe del Buró Central de Investigación de Nepal (CIB), el subinspector general Nawa Raj Silwal, indicó a Efe que en el último año han “rescatado a 1.877 niños y mujeres intentando cruzar la frontera”, y hay 264 incidentes reportados.
El problema, describió, es complejo porque “en la mayoría de las ocasiones las víctimas no cooperan. Son los padres los que voluntariamente mandan a sus hijos a India bajo el pretexto de estudios o buena vida”.
“La gente pobre es la más vulnerable porque busca una vida mejor y estas organizaciones criminales les hacen este tipo de falsas promesas y de todo tipo de sueños”, señaló.
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