En la edición anterior leímos cómo cuatro jóvenes amigos, previo al Día de Muertos, se divertían alegremente, hasta que uno de ellos tuvo una ‘‘brillante idea’’, jugar a la sábana del terror, juego en el que el perdedor sería encerrado durante 20 minutos en alguna cripta del panteón cercano. Fue Pepe el perdedor y tuvo que cumplir el castigo, y cuando fueron por él y alumbraron la cripta…
ésta es la conclusión…
Oh!, Dios mío!,,, ay! virgen santísima!,,, ohhh!, nooo! -fue la exclamación de los tres que, con ojos llenos de terror, vieron el resultado de su juego.
Pepe, estaba tirado en el suelo, todo ensangrentado y su cuerpo era abrazado fuertemente por una descarnada osamenta de mujer!
La sangre aún fluía del inerte cuerpo de Pepe, que contrastaba con el blanco hueso y el negro sombrero de raso de aquel esqueleto femenino. ¡Pepeee! -gritaron al unísono los tres amigos, Pero Pepe ya no contesta, está muerto, y en su rostro con los ojos desorbitados y la boca abierta.
Desmesuradamente hay un rictus de terror indescriptible, pegada a su mejilla, la calaca parece darle un beso frío de muerte, los muchachos se echan a correr, despavoridos van a la delegación de policía y le explican todo al guardia de turno, regresan al lugar acompañados por los gendarmes, “sólo estábamos jugando” repite incesantemente Gustavo, como tratando de espiar su culpa, su grandísima culpa…, a la vista de aquel espectáculo sobrecogedor, uno de los uniformados comenta, “aaa’pa jueguitos”.
De la investigación que se abrió, hipotéticamente se estableció que cuando Gustavo le dio a Pepe el empujón dentro de la cripta, en la oscuridad, éste tropezó con un florero de mármol en el suelo y se golpeó la cabeza contra un nicho provocando, con el impacto, que se abriera y cayeran los restos de uno de los difuntos que ahí estaban; más bien resultó ser el esqueleto de una mujer que en su época usó un sombrero negro y con él fue enterrada, pero las historias tejidas de la gente del lugar se inclinaban a asegurar que en aquella cripta habían sepultado a una joven mujer que murió sedienta de amor y que aún desde el más allá venía en busca de un hombre que saciara sus deseos.
“Todo puede ser -comenta Gustavo-, años después pensamos que aquella noche la muerta vio a nuestro joven amigo y le calló como anillo al dedo y trató de saciar su sed de amor, naturalmente se paralizó, pero de miedo, porque la autopsia reveló que no murió por traumatismo alguno, sino de un paro cardíaco”.
‘‘Desde aquella noche, siempre soñábamos a Pepe eran pesadillas horribles las que teníamos Alberto, Gabriel y yo, sus tres malos amigos, y en nuestros sueños nos decía que fuéramos por él, que estaba muy oscuro, que tenía miedo, que nos esperaba en la cripta…, nosotros juramos no volver a hacer bromas de esas y de ninguna otra clase’’, comenta Gustavo.
Han pasado los años y para los ahora hombres maduros, cada vez son más esporádicos los horribles sueños con el pobre Pepe, esperamos que algún día alcance definitivamente el descasar en paz, y que a nosotros ya nos deje dormir. Cada año el recuerdo de nuestro infortunado amigo José Giménez, nosotros sus tres malos amigos vamos a Guadalajara a visitar su tumba que yace a pocos metros de aquella cripta que una aciaga noche se convirtió en tálamo de amor, de una ninfómana calaca y el joven mancebo… !•!
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