Era un campesino humilde (sekhti) que vivía en un valle alejado de la rivera del Nilo. Como la tierra era yerma, el hombre había entrado al negocio de la sal. Cada noche cargaba sobre su burro dos sacos del preciado condimento y emprendía un largo camino que lo llevaba hasta el mercado. La ganancia era poca, el trabajo arduo y el hombre apenas alcanzaba a mantener a su familia.
El sekhti solía andar una vereda que corría pegada a un valle lleno de trigo que estaba pegado al río. Era una finca administrada por un hombre llamado Tehui-Nekht. Tehui veía pasar al sekhti y pensaba que el campesino usaba su tierra pero él no sacaba nada a cambio.
Una madrugada, cuando el sekhti se dirigía a vender su sal, se encontró con que la vereda estaba bloqueada por un manto extendido justo entre el agua y el sembradío del trigo. Tehui le advirtió que si el burro estropeaba el manto, él lo pagaría.
El sekhti propuso pasar por un lado, a lo que Tehui respondió que igual pagaría el trigo si lo estropeaba. ¿Podía el amable administrador mover su manto para abrir el paso? La respuesta fue una negativa rotunda: Tehui quitaría su manto cuando le viniera en gana.
El sekhti se distrajo un segundo pensando en soluciones y su burro alcanzó a morder una espiga de trigo. Tehui lo acusó de ladrón y mandó a sus sirvientes a decomisarle el burro. El campesino gritó que eso era una injusticia, lo que le valió ser golpeado por los sirvientes de Tehui.
En aquellos años, a lo largo de Egipto era famoso un juez de nombre Meriutrensa, a cuya corte se dirigió el sekhti buscando justicia. El campesino se encontró que había muchísima gente esperando un juicio y tuvo que esperar semanas.
Llegado su día, el campesino expuso su caso a Meriutrensa, quien aquella misma noche consultó al faraón al respecto. El problema era que tanta gente mentía para lograr que los jueces les favorecieran con su resolución que era difícil saber si el campesino mentía o no. El faraón le propuso que lo pusiera a prueba.
Cuando el campesino se presentó para conocer la resolución del juez fue sacado de la corte con lujo de violencia y negativa de piedra. El hombre regresó al día siguiente a obtener la misma respuesta. Así ocho veces seguidas.
Al noveno día Meriutrensa le recibió en el juzgado y le dijo: Un mentiroso se habría ido de aquí a la segunda o tercera golpiza, dispuesto a inventar una nueva treta. Sólo un hombre que está inspirado la justicia puede perseverar tanto como lo has hecho tú.
El juez ordenó que el puesto de cuidador de los sembradíos de trigo le fuera dado al sekhti y Tehui quedó en la calle. El sekhti hizo fama de hombre justo y generoso, tanta, que terminó siendo asesor del mismo faraón. Su burro murió de viejo pastando en los jardines del palacio.
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