La alarma del equipo de la campaña política de Jeb Bush empezó a emitir su ruido desgarrador, haciendo notar que el objetivo de llegar a la Casa Blanca está más lejos que nunca. Incluso, la meta de ser nominado por su partido político como contendiente finalista de cara a las elecciones presidenciales empieza a tambalearse.
¿Qué es lo que pasó? ¿Fue la estrategia política la que afectó su debacle? ¿O fueron sus contrincantes políticos quiénes hicieron notar sus deficiencias? La respuesta está relacionada con todas las preguntas que se mencionan anteriormente.
Inicialmente, el problema lo propició el mismo Bush. Antes de su “destape” como candidato republicano a la presidencia, el electorado nacional y, en general la población norteamericana, tenía una imagen distinta a la de su hermano mayor, el ex presidente George W. Bush.
Se pensaba, por ejemplo, que Jeb Bush estaba dotado de mayor tino e inteligencia. Por lo menos los comentarios que se habían vertido desde su propia familia hacían suponer que Jeb Bush tenía mejores virtudes naturales de liderazgo.
A su hermano George W, Bush, desde un principio, se lo consideraba como una persona de buen humor y jovial, pero pocos creían que era un individuo dotado de vastos conocimientos. Durante su primera candidatura a la presidencia, el actor Alec Balwin comentó lo siguiente: “es un tipo con quien se apetece tomar un vaso de cerveza, pero no es una persona a quién se le puede confiar la dirección del país”. Baldwin tuvo mucha razón.
Comparado con su hermano mayor, Jeb Bush hacía pensar que era muy diferente; por lo menos se pensó que era más inteligente, recatado y coherente. Sin embargo, apenas semanas después de su entrada a la contienda presidencial demostró que era igual, o tal vez con menos atributos que su hermano mayor.
Cuando se le preguntó si aprobaría la invasión de Irak una vez sabiendo lo que sabemos hoy; es decir, de que no tiene armas de destrucción masiva, Jeb Bush contestó que sí consideraba justo este tipo de política. Ahí empezó su debacle político.
Luego apareció la figura de Donald Trump, quien con mucha saña y cinismo utilizó una retórica de odio que no sólo denigró a los grupos minoritarios sino también sirvió para debilitar la imagen de Jeb Bush. Trump lo llamó un tipo, sin personalidad, “bajo de energía” y candidato del “establishment”. Jeb Bush nunca supo responder con coherencia y madurez esos insultos.
Por otra parte, el equipo de trabajo de Jeb Bush cometió otro error que empaña más aún su campaña política. Aparentemente le instaron a responder los comentarios de Trump y defender a su hermano George W. Bush en torno al problema de Irak. “Mi hermano nos dio seguridad”, dijo.
No es la mejor estrategia para responder los ataques de Trump cobijándose en el manto de su hermano mayor. Todos sabemos que George W. Bush mintió a la población norteamericana y al mundo entero por el simple hecho de derrocar a Sadam Hussein e invadir Irak.
Tanto el equipo de Jeb Bush, como su propia persona son los culpables del pobre desempeño de su campaña política. Su candidatura está al borde del desfalco político a no ser que cambie radicalmente su estrategia política, especialmente su postura con Trump. Mientras tanto, la alarma sigue sonando y no hay quién la detenga.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com
Comparte
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine