Por: Mario Soto Centeno
Hace días, un compa me preguntó que según mi opinión, personal, mía, a quién se le podría llamar sabio…. Me hice el desentendido, porque este individuo es de los que meten aguja para sacar hebra. De seguro ya traía una respuesta preparada, porque casi siempre contradice mis respuestas a sus muchas preguntas, pero para unos hay otros.
Para no hacerlo sentir tan mal, después de la capoteada que le di en el redondel a la hora del lonche, por la tarde, le llevé a su escritorio una nota escrita a mano y firmada por el Lic. Vidriera… “En muchas ocasiones es más sabio el que pregunta que el que contesta”… Los dos salimos ganando. Él se adjudicó la primera parte y dijo que era sabio, y anduvo presumiendo mi “frase célebre” que fue celebrada por dos o tres”… y alguno hasta pasó por mi escritorio diciendo: “Así que el que pregunta es sabio”. Ya empezaba a desfigurarse lo que quise decir… me imagino que a esta alturas ya andará alguien diciendo que “el doctor Vidriera dice que los preguntones son sabios”.
Depende… joven, depende de las preguntas, pero en principio sí creo que la duda es la base de la sabiduría. Las preguntas bien intencionadas y sinceras suponen duda…. por lo tanto, la duda es el principio del saber.
El que no duda y no pregunta lo hace por una de dos razones: Una, Ya lo sabe todo; dos, No le interesa saber.
Por experiencia sabemos que no hay absolutamente nadie que sepa todo lo que haya por saber ni hay alguien a quien no le interese saber algo.
Lo que a veces nos impide o nos desanima en la búsqueda de las respuestas a nuestras preguntas existenciales es la creencia de que en este mundo, en el universo hay secretos impenetrables, que hay misterios y dogmas donde nuestra mente topa y nomás no avanzará en el entendimiento.
Te voy a decir un secreto: el secreto es que no hay secretos, lo que hay es ignorancia, flojera y miedo a la verdad. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa…
Ni el mundo ni el universo esconden secretos. Todo el amplio universo está abierto al que quiera descubrirlo, explorarlo, conocerlo y estudiarlo. Allí está.. Los misterios no son puertas cerradas, sino pozos y cuevas profundas… Los dogmas son harina de otro costal, esos sí son peligrosos…
Nuestra flojera es tanta en cuestiones del saber, que quisiéramos que alguien supiera algo, que alguien tuviera respuestas a las grandes preguntas, que el Vaticano, por ejemplo, o que el gobierno supieran a ciencia cierta todo. Y hasta hay unos que aseguran que el Vaticano y los gobiernos están cargados de secretos, pero el secreto es que no hay secretos, lo que pasa es que nadie sabe… nadie sabe… Y si alguien supiera y no dijera… qué “ojera…”.
Pero vamos haciendo una U turn, porque ojera rima con hoguera y algunos guardianes de “los secretos” temen que se descubra la caja vacía, o se tumbe el palillo que sostiene el castillo en el aire. Volvamos al principio, la pregunta era: quién es sabio.
Para colmo de males ni siquiera estamos bien seguros de lo que es un sabio… ¿o puedes acaso tú darme una buen definición de lo que es un sabio? Según yo, sabio es el que sabe lo que necesita saber en el momento y en las circunstancias en que se encuentra. Sabio es el que vive feliz y muere satisfecho de haber aprovechado sus talentos y haber cumplido sus deberes. No el que se cura de una enfermedad, sino el que no se enferma. No el que pasa su tiempo preguntando sobre el sentido de la vida, sino el que es verdaderamente feliz viviendo su vida. Ni siquiera el que se preocupa por saber lo que es ser sabio, sino el que sabe que tanto “los sabios” como los que creemos ignorantes estamos sujetos a las mismas leyes de la naturaleza y todos tendremos el mismo final y obtendremos los mismos resultados al morir…y al vivir. Si hay un más allá no habrá distinciones entre sabios e ignorantes y no vas a tener que saber manejar un teclado par abrir las puertas del cielo.
Tanto el campesino que nunca leyó un libro, como el “sabio” que pasó la vida entre libros están sujetos a las mismas leyes universales y esas son hacen distinción. Si hay otra vida será pareja, si no la hay, el verdadero sabio es el que fue feliz en ésta.
Por tanto, amigo, la verdadera sabiduría consiste en ser feliz, en saber qué es lo verdaderamente importante y dejar de preocuparse por las cosas que a la hora de la verdad “no tienen la menor importancia”… Gente que no aprendió a leer pudo vivir feliz y estarán en el cielo; gente que no se pa manejar una computadora ni un “esmarfón” puede vivir muy feliz… Te lo repito, el verdadero sabio es el que sabe vivir feliz… Siendo feliz tú haces feliz a los que te rodean, porque la felicidad y la infelicidad son contagiosas, como son contagiosas la verdad y la mentira.
Salud y saludos y hasta la próxima
EL PILÓN.- No pedimos que todos sean sabios, sería mucho pedir, con que haya menos pendejos nos conformamos.
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