Por Mario Soto Centeno
Qué bonito es cuando tienes una idea clara para escribir tu artículo, decir tu discurso o tu sermón; desarrollar una sola idea no es muy difícil, lo malo es que a veces apenas empezaste a escribir tu ideota, esa tan buena que te dará palabras elegantes y frases bien hilvanadas y estructuradas para llenar las dos páginas que te piden, cuando de pronto se te presenta una bola de ideas, y todas quieren salir en el papel. Y aquí se entremete una, allá se arrempujan otra y allá se salta otra… y tú peleando con todas porque quieres hablar de una sola cosa… Ah, como está canijo para expresar bien las ideas cuando se amontonan… Y eso me pasa seguido, por eso creo que mis artículos no son fáciles de leer… no, señor.
“Aquí como que no le entendí, como que te enredaste”… Me dice a veces (seguido) el señor editor. ¿Pero cómo le vas a entender si no le entiendo yo que lo escribí?… Yo no soy desordenado, las desordenadas son ellas, las ideas, y no me enredé, me enredaron…. Ah, pero si tú, lector amigo y crítico enemigo, logras desenredarlas, te aseguro que vas a entender hasta cosas que yo no entendí cuando las dije. Porque, te confieso que a veces nomás pongo la mano en el diccionario, levanto los ojos y digo: “San Cervantes, haz que mis lectores entiendan lo que aquí escribo, porque yo no voy entendiendo ni m… ni jota” Amén, digo, esa es mi forma de rezar, pues.
También te diré que hay veces en que es más el tiempo que gasta uno cuidándose de no decir cosas que uno quisiera decir pero que la gente no quiere oír, cuidando que no se salgan ideas sin permiso, porque muchas cosas simplemente no se pueden decir o no es bueno decirlas, porque, como dijo Nosekien: “You can’t handle the truth!!” Ya te he comentado muchas veces que todos estamos más condicionados para saborear y disfrutar la mentira, mientras que la verdad nos sabe amarga.
Bueno, espero que con esa mala explicación entiendas por qué a veces-diario no se me entiende, aunque yo quisiera ser bien claro y hacerte una plática amena, porque hoy en día, así como resulta enfadoso, molestoso, fastidioso, penoso, aburrido cansado, empalagoso y además atormentador oír un discurso de cualquier político o un sermón mal preparado de un pastor o de un cura, a veces también resulta difícil sostener algunas conversaciones, porque simple y sencillamente ya se perdió el arte de conversar… ¡ Y tan bonito que era!
Ahora chateamos, tuiteamos o texteamos, pero pocas veces decimos algo de sustancia y menos veces lo decimos bien, si no con elegancia, por lo menos con propiedad y claridad, la mayoría de las veces enredamos las cosas, y no siempre por abundancia de ideas, sino todo lo contrario. Quedan pocos que hayan aprendido de los viejos el arte de hacer amenas e interesantes las conversaciones.
Algo molesto y de lo que pocos nos podemos escapar es platicar con alguien que usa muletillas, éstas son palabras o frases que inadvertidamente soltamos aquí y allá, regándolas a lo algo de la conversación, aunque no vengan al caso… Yo le he contado a una persona que conozco y que no digo quien es porque si se da cuenta me va a quemar los frijoles otra vez, le he contado hasta 385,987 “You Know” en una platicadita por teléfono con alguien. En españolo también usamos muletillas parecidas “tú sabes”, “´verdad, verdá, ‘¿..edá que sí?” y muchas más.
Pero si algunas muletillas molestan por lo repetitivo, hay otras que aparte de repetirlas seguido suenan vulgares, corrientes, ramplonas, pedestres, prosaicas, bajas, toscas, incultas… (ya párale, yo también puedo agarrar un diccionario y presumir…) ¿Y luego? ¿Qué esperas? Eso lo que nos hace falta, agarrar un diccionario para aumentar las mil palabras que usamos del lenguaje que ha de tener por lo menos unas 80,000 (88,000 en el diccionario de RAE). A ver si alguien me hace el favor de contar la variedad de palabras que usan en las telenovelas, que son la fuente de vocabulario de muchas personas…
¿Quieres un ejemplo de muletilla corriente? Hay una muy usada: el güey. Por supuesto que los muchachos (y alguno que otro viejo buey)cuando dicen güey no se están refiriendo al toro castrado. Es más, muchos jóvenes, son tan güeyes que ni siquiera saben a ciencia cierta qué es un güey. Si han visto un toro ha sido en la feria del condado o en las pantallas. De cualquier modo, para los muchachos en sus pláticas la palabra “güey” pierde todo el verdadero significado y el vocablo se convierte en un medio de abrir y mantener abierto el canal de comunicación. La palabra güey, como antes la palabra “vato”, o el “dude” en inglés, promueve la solidaridad entre las personas, pues una persona que le dice güey a otra le está dando cierto grado de confianza, “somos de los mismos, yo también soy güey como tú, los dos somos güeyes de la misma manada, chócala”.
Las muletillas y las frases de cajón y de relleno se han usado desde siempre, y por algo ha de ser, lo malo es abusar. No hay que olvidarnos que el lenguaje es solo un medio, una herramienta de comunicación, lo verdadero importante es tener algo que valga la pena comunicar… y no como este artículo que salió de relleno porque alguien se me adelantó hablando del desperdicio de comida… otra vez será….
Salud y saludos… licvidriera@aol.com
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