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La columna del Licenciado Vidriera Ed 34 2014

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 “Yo soy analfabético”, me dijo muy seguro de sí mismo un señor ya mayor que conocí hace poco, mientras andábamos los dos visitando, enfermos en una casa de convalecencia. 

  A pesar de ser “analfabético”, como él dijo, un rato que nos quedamos solos, platicamos muy a gusto, y su vida fue interesante, como cualquier otra vida, hasta de gentes “preparadas”, y él la platicaba con satisfacción.  

  A mí se me grabó la palabra, analfabético, porque a pesar de que yo sí pasé buenos años por salones de escuelas, nunca había oído que alguien se llamase “analfabético”, y la mera verdad que suena un poco mejor que analfabeta, sobre todo porque los alfabéticos, por ignorancia, le hemos pegado muchos colguijes despectivos a la palabra, mientras que los analfabéticos, por sabiduría,  no le han añadido nada despectivo a la palabra alfabético o letrado. 

  No puedo negar que cuando oí a ese señor llamarse a sí mismo analfabético, sentí unas ganitas de reír, pero no lo conocía lo suficiente como para bromearlo, pero me simpatizó la palabra y no niego que pensé, “este es un señor analfabeta de más calidad, es analfabético”. Y en realidad sí lo era, era analbabeta y era persona de calidad, sin agraviar a los presentes.  

  Quiero decir desde ahora que yo no tengo nada contra los analfabetas, muchos de mis viejos, conocidos, parientes  y amigos fueron analfabetas  y por más que los “leidos y escrebidos” hablemos mal de los que no aprendieron a leer, y a veces los vemos de arriba para abajo, tenemos que reconocer que puede ser que haya más gente buena y con nobleza original y natural entre los analfabéticos que entre los alfabéticos. Porque, dígame usted que estudió, de qué le sirve a tanta gente el haber aprendido a escribir si nunca escriben. Cuando mucho pondrá su nombre en algún documento, y hasta mal garrapateado, porque ya ni siquiera les enseñan a escribir, sino es con letras de molde… y de qué fregaos le sirvió  a muchos aprender a leer si nunca leen y cuando leen no se les entiende, y a leguas se ve que ni el lector entiende lo que está leyendo… Mientras que hay mucha gente analfabética que sin leer entiende y sin saber escribir, saben platicar y expresarse mejor que muchos de los que sabemos escribir… Esto dicho, paso a lo siguiente. ¡Síganme los buenos!

    Lo que se puede ver claro, y sin mucho leer, es que los analfabetas mantuvieron el mundo bien cuidado por miles de años, no envenenaban el aire porque sabían que lo tenían que respirar y era vida; no envenenaban sus aguas ni sus tierras, porque de allí salían sus alimentos, hasta que llegaron los hombres letrados de los modernos siglos a acelerar el apocalipsis. Fueron analfabetas los que descubrieron los miles de platas medicinales y los que descubrieron las plantas mejores para la alimentación… y muchas cosas que hoy estamos “redescubriendo” los “intelectuales”…

   Otra cosa que salta a la vista y que no requiere mucho estudio para  comprender es que la felicidad no hace distingos entre analfabetas y letrados, porque para ser feliz es más importante un corazón limpio y puro que una mente llena de conocimientos.  Nada menos en un artículo que me tocó leer para que se publicara esta semana aquí en esta revista y se titula “Siete emociones que influyen en tu salud” dice que  “Los sentimientos mueren cuando todo se intelectualiza, el exceso de pensamiento crítico se detiene en los fracasos, en las frustraciones”. (No te garantizo que lo encuentres en esta revista porque no todos los artículos se publican en las nueve áreas que cubre El Aviso, con decirte que ni mi columna se publica en todas las áreas y a la mejor ni está en esta revista y aquí estoy  atareado platicándote, para nada… )

 Los alalfabetas que yo conocí en mis tiempos, analfabetas de rancho y algunos de pueblo, no porque no supieran leer ni escribir eran ignorantes; No, señor. No sabrían muchas cosas, pero sí sabían las que necesitaban saber para vivir, sobrevivir y convivir en familia y en sociedad. En otras palabras, sabían lo necesario para ser felices… ¡pa’qué quieres más!

   Tampoco vayas a creer que estoy abogando por el analfabetismo, no seas tan zonzo, lee bien lo que estoy diciendo. Estoy cien por ciento a favor del saber, y hasta unos dos años di clases de alfabetización en pueblitos de la sierra de Jalisco, cuando era joven, (era joven yo, no Jalisco), y experimenté de primera mano el gran gusto y satisfacción de las personas cuando terminaban el curso y aprendían a leer y escribir… Pero lo que quiero recalcar, ya para terminar por esta vez, es que no se necesita saber mucho para ser feliz, para vivir una vida plena y feliz y morir contentos de haber vivido, sin hacer daño al mundo ni a sus habitantes. Porque hoy en estos días no podemos culpar a los analfabetas de los males que sufre el mundo, es gente letrada y hasta muy estudiada la que organiza las guerras, la que daña el medio ambiente…,  y si el saber nos va a servir para hacer daño, mejor es no saber,  si el saber no nos ayuda a hacer un mundo mejor, algo muy serio nos está fallando, algo muy importante no sabemos, algo que cualquier analfabeta y mi amigo analfabético saben muy bien: “…Pues yo lo único que pude enseñarles a mis hijos fue a trabajar y ser hombres de bien sin hacer mal a nadie”.. Amén… Salud y saludos… 

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