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La guerra y sus cínicos

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Mientras veía las noticias de una de las cadenas de televisión, una madre de familia era entrevistada por un reportero en torno a la guerra en Irak y las consecuencias que le había causado a ella y a

Mientras veía las noticias de una de las cadenas de televisión, una madre de familia era entrevistada por un reportero en torno a la guerra en Irak y las consecuencias que le había causado a ella y a su familia.

La señora, empapada en lágrimas, respondía que la guerra le había cobrado a su hijo y que nadie en el mundo le iba a devolver su vida. El escenario de esa madre desconsolada difícilmente se puede expresar con las palabras. Su dolor era estremecedor y al mismo tiempo cautivador. Muchos como yo, que se apostaban al frente de la televisión, seguramente estaban al borde de una convulsión natural de llanto para solidarizar con esa persona que vivía un calvario en el pleno apogeo de su vida.

Todavía no he sentido lo que es perder un hijo, pero el simple hecho de pensarlo, me parte el alma. Ese mismo día, en uno de los salones del Departamento de Estado, el presidente George W. Bush, decía a los medios de comunicación que la gente volverá a mirar este momento de la historia y valorará el costo de vida que causó la guerra en Irak. “Gracias a Dios que hubo gente que quiso servir (a la patria durante la guerra). Ellos crearon la fundación de la paz para las siguientes generaciones”.

Y justo cuando el Presidente veneraba la muerte de los soldados norteamericanos, cuatro familias norteamericanas se sumían en el llanto por la muerte de sus seres queridos el pasado domingo. En la vida real, esos son los resultados de la guerra. El número de bajas norteamericanas sobrepasó los 4,000 y no se sabe el dato exacto de los muertos iraqueses, pero lo cierto es que hoy hay más muertos, más pesares, más inculpaciones, más malestares y más lágrimas. 

Ante este calvario de penas, lamentablemente abunda el cinismo. Los políticos son los primeros en tratar de tapar la tragedia de Irak con palabras insolubles y sin sentido. El presidente Bus es el primero de la lista. Nos dice que la muerte de estos soldados creó un clima de paz para las próximas generaciones.

La verdad no sé de qué paz está hablando. Irak está en medio de una convulsión política y está más próxima a una balcanización
que a un estado de pacificación. Los tres grupos étnico-regliosos importantes de esa región (sanitas, chiítas y kurdos) están menos dispuestos a recibir órdenes de un gobierno central y han estado buscando, particularmente los kurdos, una autonomía regional y posiblemente la desmembración de su país.

La lista de cínicos prosigue. Durante su campaña a la presidencia norteamericana, John McCain sostuvo que la guerra en Irak debe continuar hasta que Estados Unidos regrese con un triunfo en la mano. Y para conseguir ese objetivo no importa si las fuerzas militares estén más de 100 años en territorio iraquíes.

Su cinismo se hizo más evidente cuando se prestó a los medios de comunicación desde el mismo centro de operaciones en Irak. “La guerra está en un trance progresivo para las fuerzas norteamericanas”, sostuvo airadamente ante los medios de comunicación.

Como su candidatura por el partido Republicano es inminente, McCain quiso robustecer la propuesta de la guerra y así promoverse asimismo con el electorado norteamericano. Sin embargo, lo más sensato y humanitario, especialmente en medio del llanto de familias que sufren las consecuencias de la guerra, era mitigar su propagación, pero los políticos a menudo hacen lo contrario.
La misma madre que fue entrevistada en la televisión ponía en consideración al presidente Bush lo siguiente: “Dime señor presidente, qué tipo de sacrificios personales puede usted ofrecer en la guerra”. Yo creo que ninguno. Los hechos dicen todo cuando se trata de sacrificios. ¿Qué no?

Dr. Humberto Caspa es Profesor Adjunto en la Universidad Estatal de California, Long Beach. E-mail: hcletters@netzero.com.

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