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La Hada sedienta

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Existen muchos cuentos infantiles hermosos y que son  clásicos, pero además, por mucho que se cuenten, no dejan de gustar a grandes  y chiquitines.  Y en este mundo de ilusión y fantasía todo es posible, y en esta ocasión el cuento que volvemos compartir con ustedes es el de….

Hace mucho, pero mucho tiempo, en una lejana región vivía una viuda que tenía dos hijas. La mayor asemejaba a la madre en todo, tanto físicamente como en el carácter. Ambas, madre e hija, eran antipáticas y llenas de soberbia, a tal punto que no eran queridas, y todos procuraban estar lo más lejos posible de ellas. 

 Pero la más joven de las hermanas era todo lo contrario, físicamente era el retrato de su padre, pero además tenía una dulzura increíble y por la bondad de su corazón y su aspecto, la convertía en una joven de belleza incomparable, difícil de encontrar otra joven como ella en aquel lugar. Naturalmente, como todos aman a sus semejantes, la madre tenía predilección por la mayor y sentía por la menor, cierta aversión y hasta repugnancia que demostraba con malos tratos:  

   Le hacía comer en la cocina, y todos los quehaceres de la casa le tocaban a ella. Aparte de todo, esta linda joven debía hacer dos viajes a una fuente distante, de más de una milla y media a buscar agua y traer un gran cántaro lleno.

   Pero cierto día, mientras estaba en la fuente llenando su cántaro, se le acercó una anciana campesina, quién le rogó que le diera agua:

  “Pero claro, abuelita, con gusto”, respondió la bella joven. Inmediatamente limpió la jarra y la llenó con agua fresca y se la brindó, sosteniéndola en sus propias manos para que bebiera cómodamente. Cuando hubo bebido, la anciana le dijo: “Eres una joven muy buena, por eso no puedo hacer menos que darte un regalo”.

   Lo que la joven no sabía era que aquella mujer, era una hada disfrazada de campesina que se había presentado ante ella para ver hasta dónde llegaba su bondad. Y continuó. “Te doy por regalo que por cada palabra que salga de tu boca brotará o una flor o una piedra preciosa”.

   La muchacha regresó a la casa con el cántaro lleno, algunos minutos más tarde; la madre estaba hecha una furia por el minúsculo retardo. “Mamá, ten paciencia, te pido perdón” dijo la joven, y en tanto hablaba le salieron de la boca dos rosas, dos perlas y dos diamantes enormes. “Pero qué sucede aquí!!” dijo la madre estupefacta ante lo que miraba, “me equivoco o estás escupiendo perlas y diamantes!… ¡Oh!, pero ¿cómo, hija mía? …”

    Era la primera vez que la llamaba así y en tono afectuoso. La niña contó ingenuamente todo lo que le había sucedido en la fuente; y mientras hablaba, brotaban los rubíes más hermosos de sus labios. “Oh, qué fortuna!”, dice la madre, “enviaré también a tu hermana mayor”.

   Entonces, llamó a su hija predilecta y le dijo: mira lo que sale de la boca de tu hermana cuando habla. ¿Te gustaría tener también tú este don?… Lo que necesitas hacer es ir a la fuente de agua y si una viejita te pide de beber, dale agua con mucha amabilidad… ¡Pero anda niña, qué esperas, vete ya, a la fuente!” -gritó la madre-.

   Salió corriendo la muchacha, llevando consigo la más bella jarra de plata que había en la casa… Apenas había llegado a la fuente, apareció ante ella una gran señora, vestida magníficamente, pidiéndole un poco de agua. (Era la misma hada que se le había aparecido a su hermana; pero había tomado el aspecto y vestuario de una princesa); “¡Por supuesto que no” dice la soberbia muchacha, “no he venido hasta aquí para darle de beber a usted, sino a otra persona! …Si tiene sed, allí tiene la fuente!”

  “Pero qué maleducada eres jovencita” dijo la  hada sin inmutarse “Por tu mal comportamiento te doy por regalo, que por cada palabra pronunciada saldrá de tu boca una rana o una serpiente”. 

   Haciendo caso omiso de las palabras de la mujer, la joven dio media vuelta y se dirigió a su casa. Apenas la vio la madre a lo lejos, le gritó: “¿Cómo te fue, hija?”

   “¡No me molestes mamá!, -replicó la muchacha-, e inmediatamente escupió dos víboras y dos ranas. ¡Oh, Dios, qué es lo que ven mis ojos!… la culpa debe ser toda de tu hermana, dijo la mamá, me las pagará!”. Yendo a donde su hija pequeña, la estrujó y la corrió de la casa. La joven huyó del rencor y fue a refugiarse en el bosque cercano. 

   El hijo del Rey que regresaba de la caza la encontró en un sendero y viéndola tan hermosa, le preguntó qué hacía en ese lugar tan sola y porqué lloraba tanto. “Mi madre me ha echado a golpes de la casa”, respondió la joven. El hijo del Rey, que vio salir de aquella boca perlas y otras tantas perlas brillantes, le rogó que le contara cómo era posible algo tan maravilloso. Y la muchacha le contó toda la historia de lo que le había sucedido.

   El príncipe real se enamoró de inmediato de ella, y considerando que el don del hada era más valioso que cualquier dote que ninguna de las damas del reino podrían tener, la llevó sin chistar al palacio y se casó con ella. La otra hermana, mientras tanto se hizo odiar por todos de tal manera, que su misma madre terminó echándola de la casa; y la desgraciada joven después de tratar de convencer a muchos de que la recibieran, todo en vano; se fue a refugiar al bosque, donde muchos dicen, murió de tristeza.

 Y colorín colorado, este cuento se ha terminado!!

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