Quiúuuuboleeee mis tuerquitas y tornillitos ¿cómo la han pasado, de pelos?. Espero que sí! y que se les siga yendo bien a todo dar,,, la vida, claro!, si no, ¿qué otra cosa se les puede ir?.
Y hoy, en lugar de que les cuente el aburrido chistorete de costumbre, permítanme que les platique una anécdota de algo que le pasó a un cuate ‘X’ (y ese ‘x’ no soy yo, ehhh!, pa’que luego no anden diciendo cosas)… Les cuento que tan triste historia “Sucedió en un Motel”…
Ayer mi novia y yo fuimos a un Motel de esos en los que entras y cierras la cortina. Fuimos a celebrar que se cumplían 72 horas de la última vez que habíamos ido.
Al entrar vi que en la cortina de al lado, estaba nada más y nada menos que el coche de mi compadre Cornelio. Espérame un momentito, le dije a mi novia, vamos a reírnos de él.
En un instante y sin hacer ruido, le quité los cuatro tapones de las ruedas y los puse en la cajuela de mi coche.
Hecha esa travesura, nos dedicamos a hacer otras travesuras aún más divertidas, je, je, je…
Esa noche, como por casualidad, fui a casa de mi compadre. Cuando llegué, su esposa se ofreció a ir por unas copas y yo aproveché para decirle en un susurro a mi compadre: ‘Adivina qué traigo en la cajuela’.
Lógicamente no tenía ni la más mínima idea y le dije: Los tapones de las ruedas de tu coche, se los quité en el Motel en que estabas, para ver si así se te quita lo caliente y empiezas a respetar a la comadre ¡k-borón!!!!
En eso vi que ella regresaba, así que me callé y mientras ella repartía las copas, él le dijo a su mujer: “¿Sabes qué, mi amor?… Tienes mucha suerte, aquí el compadre encontró los tapones que te robaron en el estacionamiento del supermercado!!!!”
ja!, ja!, ja!, ta’triste la historia, ¿a poco no????
Y a propósito de tristes historias y de frijoles llenos de gorgojos, ¿saben ya o han leído acerca de las nuevas adicciones que estamos viviendo en estos tiempos?… ¿nooo?!… ah!, po’s pa’que no vayan a pensar que estoy loco, o que me las troné o que de plano me di un pericazo, permítanme aclararles el punto oscuro.
Hasta hace unos cuantos años el calificativo de adicto se aplicaba a los que consumían drogas (en cualquiera de sus modalidades), o también alcohol (en cualquiera de sus presentaciones) o tabaco (en cualquiera de sus marcas), pero la cosa ha cambiado y ahora las adicciones son de otro tipo, aunque igual de dañinas y peligrosas -o tal vez más-.
La adicción, según dice el amansa burros, ‘‘es una afición o deseo incontrolable a algo o por algo’’, por lo tanto es así como empiezan los adictos. Y es que, considerando esta definición, lo mismo es adicto el que no puede pasar una hora sin fumar un cigarrillo, como el que no puede dejar de ver un día sus moconovelas o algún otro programa bobo.
Así como también es adicto el borrachito que en la cantina se la pasa a plática y plática, o el que de vez en diario se hecha su carrujito de marihuana, que la señora (o bato) que durante horas y horas trae pegado a la oreja el celular y lo mismo habla cuando va en la calle, que cuando anda en la tienda, el banco, el estacionamiento al ir manejando, etc. y más etcs, por supuesto son diferentes cosas, pero todas ellas son adicciones.
Pero hay otro tipo de adicciones, relativamente nuevas, que también son peligrosas, aunque no lo aparenten, por ejemplo el que se pasa todos los días durante dos, tres o más horas con sus videojuegos.
Pero tal vez la más peligrosa y común de las nuevas actuales adicciones, es el ‘texteadicto’; es ese güey (o güeya) porque son de cualquier edad y género, que en su celular le da duro a los dedos pa’ mandar mensajes de texto, una y otra y otra vez, y lo mismo los puede uno ver en la calle caminando, que en el parque, el cine, el bus y hasta al ir manejando, lo cual los convierte en un verdadero peligro, no sólo para él (ella), sino para otros conductores o viajeros inocentes.
También hay otra adicción de nuestro tiempo; las redes sociales, que le quitan a la persona un _iiingo (mucho) tiempo, y es que el cyberadicto donde quiera busca estar enchufado al internet hasta en el k-k-torio, y eso es peligroso, porque aparte de que se le duermen las patrullas por estar en esa posición, puede perder el sentido del olfato por inhalar gases tóxicos con olor a huevo podrido… guácala!!!
Así que tengan cuidado, porque cuando uno menos lo piensa ya está metido hasta el cuello y eso es feo y muuy malo! Pero los dejo, porque tengo que contestar varios textos y luego chatear un ratito, pero como todavía soy medio indejón, po’s me tardo… ah!, pero ni crean que yo tengo una adicción de esas, eh, para nada…
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