En 1945 la India era todavía una colonia británica, que abarcaba también lo que hoy es Pakistán y Blangadesh. La población era de unos 400 millones de personas, siendo musulmanes una cuarta parte del total, y eran mayoría en algunas zonas del norte, mientras que en miles de localidades del país convivían mezclados desde hacía siglos con la población hindú en relativa paz.
En 1947, el gobierno británico dio instrucciones a lord Mountbatten, el último virrey de la India, para que preparara a la India para su independencia. Porque ya era tiempo y como recompensa por haber sido fiel a Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial.
El Partido del Congreso, la principal agrupación independentista, se declaraba no sectario; pero, los musulmanes no le tenían confianza. Gandhi era el líder espiritual del partido y se oponía a una división del territorio, como los ingleses veían conveniente que se hiciera, para evitar una guerra civil, porque hasta los sijs también empezaron a exigir la creación de un país propio, Sijistán (o Kalistán).
Gran Bretaña proponía dividir el país en tres partes, que equivaldrían a la India actual, Pakistán Occidental y Pakistán Oriental (lo que posteriormente se llamaría Bangladesh).
Pronto empezaron las luchas y las matanzas. El 16 agosto de 1946 en Calcuta hubo violentos enfrentamientos y murieron cuatro mil personas en cuatro días. Decenas de miles de hindúes tuvieron que abandonar sus casas en la provincia de Bengala Oriental, de mayoría musulmana, y muchos murieron asesinados en plena huida. Como venganza, los hindúes mataron a más de setecientos musulmanes en Bihar, donde éstos eran minoría.
El territorio estaba muy tenso. Durante 300 años de colonia las comunidades se unían para librarse de los británicos, pero ahora los británicos estaban abandonando el país y empezaba una lucha de todos contra todos.
Mountbatten se ganó rápidamente la confianza de Nehru y se aprobó la Ley de Independencia que daba la libertad a India y Pakistán a partir del 14 de agosto de 1947.
Esa noche, ante una multitud de más de cien mil personas reunida en Delhi, Nehru pronunció sus famosas palabras: “Cuando suene la hora de la medianoche, mientras el mundo duerme, la India despertará a la vida y a la libertad”.
Pero durante dos días se guardó en secreto el trazado de las fronteras, dibujado a toda prisa, entre el Punjab y Bengala, intentando así evitar posibles disturbios, pero no funcionó: diez millones de personas, entre hindúes, musulmanes y sijs, se echaron a los caminos intentando llegar cuanto antes a lo que creían que sería un lugar seguro, en el lado que les correspondía de las nuevas fronteras. Casi todos viajaban a un futuro desconocidoen un viaje sin retorno que, en algunos casos, eran de 400 o 500 km. Mas de 10 millones de personas cambiaron de domicilio en 3 meses. Al éxodo masivo se agregó la violencia descontrolada. Un ambiente de locura se extendió por toda la India. Las matanzas entre hindúes, musulmanes y sijs fue despiadada. “Detienen los trenes, y a todo el que no sea de su comunidad lo sacan a rastras y lo degüellan, aunque sean mujeres… a otras les arrancan la ropa, las violan y las dejan luego vagando desnudas”. Un teniente británico narraba así su visión de una de las numerosas columnas de refugiados: “Doscientos kilómetros de carros tirados por bueyes avanzando, uno pegado al otro […] Vimos camionetas que aplastaban a familias enteras y los conductores seguían su camino, sin prestarles ni un segundo de atención. Cuando hay millones de personas muriendo, ¿qué importan unos pocos más?”.
Donde se encontraban musulmanes e hindúes o sijs había pelea y muertes. En el Punjab, los trenes que cruzaban la frontera con la India llevaban vagones de carga llenos de cadáveres, con el letrero: “Regalo de Pakistán”. Otros que decían “Regalo de la India” circulaban en sentido contrario. Un oficial británico halló dos mil musulmanes muertos en un solo tren paquistaní que se había detenido tras encontrarse la vía llena de piedras y había sido atacado por hordas de sijs que subieron a bordo dispuestos a matar a todos. Pero era en el Punjab donde los sijs iban a sufrir el mayor porcentaje de bajas: unos doscientos mil fueron enviados a la India en una sola columna, escoltados por tropas gurkas.
El estado de Bihar había 31 millones de hindúes y 5 millones de musulmanes. Allí murieron asesinadas más de diez mil personas, sobre todo musulmanes, en sólo una semana.
Al final, se cree que durante las revueltas perecieron más de un millón de personas, a manos de los enemigos o por las enfermedades contraídas durante las marchas de refugiados.
Bajo el firme liderazgo laico de Nehru, continuaron viviendo en la India cincuenta millones de musulmanes, y la ola de odio religioso y violencia que recorrió el país fue aplacándose, aunque no la enemistad entre India y Pakistán, que se materializó en guerra en tres ocasiones; y aún murió otro millón de personas en la guerra de independencia de Pakistán Oriental contra Pakistán Occidental. Las revueltas causaron asimismo honda amargura entre los sijs. Uno de sus líderes se lamentaba así: “Los musulmanes consiguieron su Pakistán y los hindúes su Indostán, pero ¿qué hemos conseguido los sijs?”.
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