Fuente: Noticias Teelmundo
“Siempre hace lo mismo. Te lastima y luego te da dinero para que te quedes callado”, se lamenta un agricultor que apoyaba al presidente y ahora le critica tras la guerra comercial con China. En su caso, le ha costado incluso agresiones.
Chris Gibbs, un agricultor dedicado al cultivo de la soja, está librando una batalla contra Donald Trump. Lo hace desde Ohio, uno de los principales estados agrícolas que llevó al alguna vez magnate inmobiliario a la Casa Blanca en 2016. Al anunciar un paquete de 16,000 millones de dólares en ayuda directa para agricultores, aprobado por el Congreso, el presidente dijo en mayo que “el granjero estadounidense es mi gran amigo”. Pero no todos están de acuerdo.
Un trumpista desencantado
Gibbs, un republicano de toda la vida que fue presidente de ese partido en el condado de Shelby, respaldó a Trump hace cuatro años, junto con un 62% de los votantes rurales de todo el país.
Pero desde 2018 denuncia que el partido de Trump se ha convertido en un “culto populista” que solo busca “villanos para matarlos” y “no tiene un plan”.
[Siga nuestra cobertura de las elecciones presidenciales 2020]
Entre los blancos de los ataques del presidente, Gibbs cita el sistema de salud y de correo postal, las relaciones comerciales, las instituciones gubernamentales y las relaciones interpersonales. Por eso lanzó una plataforma a favor de políticas que, en su opinión, favorecen realmente a las comunidades rurales y otra para fomentar el voto republicano a favor del candidato demócrata Joe Biden.
Aunque Gibbs se ve a si mismo como una oveja negra, cree que sus ideas están teniendo eco en comunidades rurales en otros estados clave como Minnesota, Michigan, Pennsylvania, Iowa o Wisconsin. Allí demócratas y republicanos tienen niveles similares de apoyo y con cada votación pueden virar a un bando o el otro, lo que los convierte en esenciales para ganar una elección.
Y a pesar de que Trump sigue teniendo el apoyo abrumador de los agricultores, una encuesta reciente de la publicación agrícola DTN sugiere que esa popularidad podría estarse minando: del 89% que decía planear votar por él en abril, hoy ese número ha bajado al 71%.
Gibbs hizo un intento fallido por lanzarse al Congreso como independiente, pero en mayo de este año tuvo que suspender su campaña por falta de firmas válidas que apoyaran su candidatura.
Hoy él quiere animar a otros a vencer el “miedo que muchos tienen de hablar contra Trump” en comunidades como la suya, temiendo represalias de sus propios vecinos.
Cuenta que hace tan solo unos días, al desayunar con su padre en un restaurante local, un conocido se acercó a su mesa para agredirlo verbalmente por haber cambiado de bando. “Eran cuatro personas. Tres de ellos eran granjeros. Todos llevaban una gorra de Trump”, dijo.
“El presidente ha hecho que ese tipo de odio esté de moda”, opina Gibbs.
Pero para este agricultor mediano, que trabaja unos 500 acres de soja (negocio que depende de las exportaciones a China), fue lo que llama la “guerra contra el comercio” lo que le hizo abandonar su apoyo al presidente.
La caída en los precios de la soja y del maíz vino en el 2014 debido a la sobreproducción global. Pero fue en el 2018 que se desplomaron los ingresos de los agricultores cuando los aranceles que impuso Estados Unidos al país asiático suscitaron represalias.
Y, aunque bajo este Gobierno, Gibbs como muchos otros recibió ese año unos 20,000 dólares para compensar por las pérdidas, prefiere trabajar y vender sus productos a un precio justo que depender de ayudas del estado.
[Estas son las propuestas de los candidatos a la presidencia]
“Trump siempre hace lo mismo. Te lastima. Y luego te da dinero para que te quedes callado”, dijo.
Un pequeño agricultor, inmigrante y demócrata
Otro agricultor que también votará por Biden en noviembre es Luciano Alvarado. Este pequeño agricultor de arándanos en Carolina del Norte forma parte del 5% de agricultores de minorías como los latinos o negros en Estados Unidos.
Nacido en México, en el estado de Zacatecas, se hizo ciudadano en 1986 con la amnistía del Gobierno del republicano Ronald Reagan.
Y tras migrar con su esposa y tres hijos por el país durante más de 20 años, “siguiendo la cosecha” como trabajadores agrícolas, decidieron establecerse en Carolina del Norte en el 2004 y comprar un pequeño terreno de 32 acres en Fayetteville para cultivar arándanos. Su situación poco se parece a la de Chris Gibbs. Pero los une su profesión y su intención de voto.
Aunque Alvarado piensa que su situación va más allá de quien ocupe la Casa Blanca, en una entrevista con él y sus dos hijos – César y Luciano Junior – afirma haber sido objeto de discriminación.
Cuentan como se les han cerrado las puertas a un crédito del gobierno en numerosas ocasiones por funcionarios locales del Departamento de Agricultura (USDA, en inglés), aun cuando calificaban y presentaron los documentos necesarios.
“Siempre que hay estas oportunidades de asistencia y calificamos, nunca la recibimos”, dijo Alvarado.
“Se han presentado oportunidades para cumplir nuestro sueño o nuestra ambición de ser algo más que simples obradores, pero el color de nuestra piel nos detiene”, agregó su hermano.
Según datos oficiales, un 75% de los granjeros son pequeños agricultores, es decir, que ganan menos de 50,000 dólares al año. Pero organizaciones de apoyo a la comunidad agrícola como Farm Aid y RAFI-USA denuncian que muchos programas del Gobierno no están diseñados para el pequeño agricultor, y menos si son minorías. El acceso a ellos también depende de tener contactos dentro de estas agencias.
Así fue con las ayudas para el COVID-19.
Un análisis preliminar de datos oficiales realizado por NBC News, nuestra cadena hermana, del paquete de 16,000 millones de dólares de ayuda conocido como el Programa de Asistencia Alimentaria de Coronavirus (o Coronavirus Food Assistance Program, en inglés) reveló que el programa favoreció a los agricultores más industrializados y hasta a empresas extranjeras.
Y según datos del Departamento de Agricultura (USDA), un 80% de los fondos a nivel nacional fueron a parar en manos de tres materias primas: ganado, leche y maíz.
Después de años de huracanes como Matthew que inundó las tierras del rancho de la familia Alvarado por semanas, la pandemia fue la gota que colmó el vaso. Se echó a perder toda su cosecha de arándanos. Aun así, dicen que la familia está más unida que nunca. “Mientras esté vivo ese sueño y mantengamos la fe y esta unidad de familia, todavía tenemos esperanza”.
Un republicano con reservas
A más de mil millas de allí, en Woodsboro, Texas, David Wyatt lleva 42 años dirigiendo una procesadora de algodón que exporta su producto a China por medio de una cooperativa.
Texas es el estado que más algodón produce del país y Wyatt está agradecido por las ayudas públicas que recibieron sus clientes, los productores, durante la pandemia. Estos recurren a sus servicios para el procesamiento y limpieza del producto.
“Si le va mal al productor, es todo cuesta abajo”, advierte.
El miedo a la bancarrota para granjeros como Wyatt es real. Según el American Farm Bureau Federation, en 2019 las bancarrotas entre agricultores subieron un 20% con respecto al año anterior, a pesar de la ayuda financiera récord que recibieron. Las bancarrotas no se habían disparado tanto en una década. P
Pero hay un reconocimiento entre expertos de que los daños hubieran sido mucho peor sin los paquetes de ayuda del Congreso para aliviar la crisis económica del COVID-19.
Aunque apoye a Trump, Wyatt rechaza su retórica antiinmigrante ya que la mano de obra es escasa en su localidad. Por ello, el negocio depende de un grupo de trabajadores migrantes con residencia, o green card, basados en el Valle del Río Grande. El grupo lleva 12 años viajando a Woodsboro de agosto a noviembre para operar las máquinas que procesan el algodón.
“No les están quitando el trabajo a nadie”, insiste Wyatt, “los turnos son de 12 horas al día, los siete días de la semana. La gente local no quiere trabajar 84 horas a la semana”.
Este año cuando dos de sus trabajadores locales se enfermaron de coronavirus, decidió aumentar su paga por hora al trabajador migrante, que, por su propia iniciativa, tomó las riendas del taller.
A Wyatt tampoco le gustan los descuidos de Trump ante el coronavirus. Todos sus trabajadores tienen acceso a máscaras gratuitamente.
“Necesito a estas personas. Los conozco desde hace años. Les tengo mucho respeto y no quiero que se enfermen”, dijo.
A pesar de ello, Wyatt votará por Trump en noviembre: “Los republicanos siempre han sido amigos del agricultor. Todos apoyamos a Trump por aquí”.
Un gigante del maíz: siempre con Trump
Una encuesta de la Universidad Estatal de Iowa muestra como en 2019 más del 56% de granjeros de maíz y soja en Minnesota, Iowa e Illinois seguían apoyando a Trump a pesar de los bajos precios que enfrentaban por las represalias de China, confiados en que la situación mejoraría en el futuro.
Uno de ellos es Ryan Buck, expresidente de la Asociación de Agricultores de Maíz de Minnesota, y un gran productor de maíz y soja en el estado de Minnesota.
Ese estado del Medio Oeste que recibió 681 millones de dólares en ayuda del gobierno en la primera ronda de ayuda financiera será clave para las elecciones de noviembre. Es el cuarto productor de maíz en Estados Unidos, siendo México su comprador principal.
Con más de 1,000 acres de maíz, que comparte con la familia de su esposa, bordeando el río Mississippi, Buck estima que perdió un 45% de sus ingresos debido a la guerra comercial emprendida por la actual Administración.
En el condado de Goodhue, donde reside Buck, los granjeros de maíz recibieron 60 dólares por acre de terreno como parte de un programa masivo de ayuda del Gobierno conocido como Programa de Facilitación del Mercado (Market Facilitation Program, en inglés) para compensar por el bajo costo al que tuvieron que exportar sus productos.
Para este agricultor lo peor fue el efecto del COVID-19 en su negocio cuando se desplomó la demanda de gasolina: “Sin el coronavirus, tendríamos una buena demanda de gasolina, lo cual ayudaría a la industria del etanol [o alcohol de maíz]”.
Pero el cierre de decenas de plantas de etanol es también un efecto de una decisión reciente tomada por la Administración actual de flexibilizar una regla de la era del expresidente demócrata Barack Obama que exigía que la gasolina llevara un 10% de etanol.
Aun así, Buck confía en que el mercado mejore como dice que lo había estado empezando a hacer antes de la pandemia. Y que el nuevo acuerdo que firmó Estados Unidos con México y Canadá abra puertas a sus productos.
“Tengo fe en el presidente”, dijo, “nadie imaginó que habría una pandemia que cerraría el país por siete meses”.
“Trump vela por nosotros y mantiene su palabra”, agregó.
Christopher Gibbs, el agricultor de Ohio, no lo tiene tan claro. Y los expertos avisan que, sin una nueva ronda de ayuda, lo peor puede estar por llegar.
Este reportaje se realizó con el apoyo económico del International Women’s Media Foundation.
Comparte
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine