EFE
Cuenta Kaijeaw Suthasini, un novicio en el polémico Templo del Tigre en Tailandia, que las crías de los felinos solían subir hasta el altar donde se encontraba la estatua dorada de Buda para jugar con los monjes…
Aquello ocurría antes de que guardias del Departamento de Parques Naturales y policías terminaran el pasado fin de semana de incautarse de los 147 tigres del templo, donde también encontraron decenas de cadáveres de cachorros, y se presentaran cargos por presunto tráfico ilegal de animales.
“Yo sólo me dedicaba a tareas religiosas. Había cuidadores que se encargaban de los tigres”, explica a Efe Kaijeaw, un novicio de 18 años en el mismo altar donde antes se encaramaban los felinos en el templo, oficialmente llamado Pa Luang Ta Bue Yannasampanno.
Prakob, otro monje con un tigre tatuado en el pecho, insiste en que los felinos eran cuidados y alimentados con esmero en este templo-zoológico, situado en el distrito de Saiyok en la provincia de Kanchanaburi (oeste).
Durante más de 15 años, el conocido como el Templo del Tigre recibía semanalmente a miles de turistas que se hacían fotos con los felinos y alimentaban a las crías, además de voluntarios que ayudaban a cuidar a los animales de forma gratuita.
Los recuerdos idílicos de los monjes y las simpáticas fotos de los turistas contrasta con la investigación de las autoridades, que han presentado cargos contra tres monjes y dos laicos por presunto tráfico ilegal de tigres e incluso por construir en terrenos rústicos.
Los agentes investigan la supuesta desaparición de unos 20 cachorros de tigre, así como la presunta venta de partes de tigre, algunas como amuletos.
La semana pasada, los guardas forestales y los policías hallaron unos 40 cadáveres de cachorros de tigres en un frigorífico y unos 31 frascos con tigres de uno o dos meses y partes de felino conservadas en formol.
Otros objetos confiscados fueron dos pieles de tigre adulto, un leopardo y un gato salvaje dorado disecados, un par de esqueletos de estos mismos animales y un oso negro asiático embalsamado.
Pa Luang Ta Bowa Yannsampanno acogió en 1994 su primera cría de un tigre, encontrada por campesinos, y en 2001 el Departamento de Parques Naturales le entregó otros 7 para que los cuidaran, que aumentaron hasta 147 en los años siguientes.
Ahora el centro, donde viven unos 12 religiosos, se encuentra medio vacío, aunque aún quedan un caballo, cerdos salvajes, búfalos, ciervos y hasta un tímido león llamado Phet (“Diamante”, en tailandés) cuyo rugido se escucha de vez en cuando.
“Los 147 tigres del centro procedían de los 7 originales. Algunas crías se morían al nacer, pero otras sobrevivían”, señala a Efe Sanrak Innak, contratado hace tres años para cuidar a Orion y Dawee, dos tigres machos.
“Lloré cuando se los llevaban, aquí los cuidábamos muy bien. Los alimentábamos con 4 o 5 kilos de pollo, cocinado y mezclado con vitaminas”, asegura Sanrak, de 36 años.
El cuidador niega que los tigres fueran drogados para poder exhibirlos a los turistas, como denuncian varios grupos defensores de animales, mientras que los veterinarios del Departamento de Parques Naturales no han encontrado señales de abuso, aunque están a la espera de los resultados de las pruebas de sangre.
El ecologista y presentador español Francisco Javier Cuesta, también conocido como “Frank de la jungla”, asegura que el tráfico ilegal de tigres era un secreto a voces, pero que el abad del templo, Phra Sutthi Sarathera o Luang Ta Chan, estaba siendo protegido por gobiernos anteriores a la actual junta militar.
“Los bebés (de tigre) se utilizaban como medicina, para hacer un pegamento especial con propiedades curativas”, relata a Efe Cuesta, que asegura que denunció el presunto tráfico ilegal en el templo hace más de cuatro años.
Según el presentador, cada frasco con crías de tigres se venden por hasta 100.000 bat (unos 2.800 dólares o 2.400 euros).
“Un tigre (vivo) vendido eran unos 25.000 euros (28.000 dólares)”, asevera Cuesta, que se ha dedicado durante más de 15 años a rescatar animales amenazados en Tailandia.
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