Tú tienes en tus labios un beso que es mío. Un duende travieso me dijo al oído
que eran tus desdenes y tus desvaríos
fingido desprecio y encono fingido.
Que fuera a tu alcoba me dijo sonriente,
que entrara despacio sin miedo y sin ruido.
Llegué a tu alcoba y tú estabas dormida
y entre las cortinas el duende escondido.
Me tomó de la mano, me obligó a besarte,
tu boca entre abierta juntó con la mía
y el duende atrevido supo desnudarte
del temor ingenuo que el pudor cubría.
Por eso es que pude dejar en tu boca
mi caricia artera como un desafío,
tu altivez domada, ya no me provoca
y en tus labios tienes un beso que es…. mío.
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