Abril es el mes de concientización de la violencia sexual; un tema que además de ser muy sensible, puede ser dramático.
Y es que no estamos hablando de un asunto menor si tenemos en cuenta que millones de mujeres son víctimas de este flagelo.
Una de cada cinco mujeres en Estados Unidos han sido violadas al menos una vez en su vida y una de cada dos ha experimentado cualquier otro tipo de violencia sexual en algún momento, según han publicado recientemente los Centros de Control de Enfermedades -CDC-.
Pero no solo las mujeres son víctimas de este tipo de violencia, se calcula que uno de cada 71 hombres ha sido violado en algún momento de su vida y uno de cada cinco ha experimentado otras formas de agresión sexual.
Y si seguimos con las cifras podemos hablar de porcentajes de aquellos que han sido obligados a abusar a otros u obligados a realizar actos indeseados, pero el punto no son los números. El punto es entender que la violencia sexual, como la doméstica no pueden ser toleradas en nuestras vidas.
Recordemos que la violencia comienza cuando no estamos a gusto con determinada situación, o dicha situación nos representa dolor o malestar.
Desde ese punto de partida, es claro entonces, que no solo seríamos víctimas de violencia sexual si fuésemos atacadas por un extraño en la calle. Si hemos sido obligados a manifestar cualquier tipo de comportamiento sexual que no sea de nuestro agrado, estamos hablando de violencia sexual.
Los mitos, prejuicios y falsas creencias que existen alrededor del sexo, sobre todo en las culturas marcadas por el machismo y la religiosidad exacerbada.
Hablemos de sexo. Quitémonos las máscaras y hablemos de lo que hay que hablar.
¿Cómo puede saber un menor si está siendo abusado si no tiene la información?
En Inglaterra fue condenada una mujer que confesó que llevaba meses sosteniendo relaciones sexuales con un menor de ocho años. ¿Dónde estaban los padres de este niño? ¿Cuál era su nivel de comunicación?
Para que estas cosas no ocurran debemos comunicarnos, dejar los miedos y llamar las cosas por su nombre. Si nosotros les damos en casa el nombre que tiene a cada cosa, nadie de afuera va a poder contarle algo distinto a nuestros hijos o menores de edad a nuestro cargo.
Pero este problema le concierne también a las mujeres que atadas a un espíritu de sumisión se resignan a ser maltratadas sexualmente por sus parejas o sus seres más cercanos.
Otras, y muchas, incluso bajo la conciencia del maltrato, lo ocultan y lo callan por vergüenza, pero además, lo siguen tolerando.
De nuevo, hablamos de violencia domestica cuando nos referimos a circunstancias en las que hemos sido obligados o presionados a participar, o simplemente cuando no se cuenta con nuestra aprobación.
El acoso verbal también es una forma de violencia y, como todas las demás, afecta gravemente la calidad de vida de las personas y su salud mental.
Las víctimas pueden experimentar, según los expertos de CDC, dolor crónico, malestar general, enfermedades de transmisión sexual o desordenes como el estrés, la ansiedad y la depresión.
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