Querida Doctora Consejos:
Me gustaría expresar ante todo la dicha que siento cada semana al leer su columna.
El motivo de la presente es porque necesito su ayuda. Hace más de 3 años tuve la dicha de conocer el amor de mi vida. Una mujer con un gran corazón y belleza inmensa Ella me cautivó desde el primer instante. Nuestro amor creció día a día. Ni los celos ni la infidelidad ni los vicios existen en nuestras vidas.
Tenemos muchas cosas en común y eso ayudó a sembrar nuestro amor.
En nuestro camino hubieron días nublados pero sin tormenta y la violencia nunca existió en nuestro vocabulario. Sé que la envidia de vernos felices era el descontento de muchos. Y cuando todo parecía ir mejor cada día, de repente mi interior se quemaba sin explicación. Un malestar inexplicable y la soledad se apoderaban de mi ser, y lo peor es que sin motivo me alejaba de ella. Pero gracias a Dios regresábamos. Muchas veces le decía que sentía en mi corazón que alguien o algo nos quería destruir. El año pasado ella se vino a vivir conmigo y la felicidad rodeaba nuestra hogar.
El deseo de ella es casarse y tener familia. Yo estaba y estoy dispuesto a hacer sus sueños realidad, pero de repente aparecía en mí un tsunami que destruía todo lo construido. No entendía a mis sentimientos. Era una lucha interna difícil de explicar. Fui un cobarde al no buscar ayuda. Un ignorante al permitir que se alejara de mi vida. Nos separamos y durante ese tiempo busqué ayuda y me acerqué a Dios con todo mi corazón. Gracias a él todo está solucionado. Ahora estoy seguro que nada ni nadie podrá destruir nuestro amor. Fui a buscarla y le pedí perdón. Yo la amo. Pero sus labios me dijeron que “no” aunque su corazón al igual que el mío se dicen que sí. Ahora no sé qué hacer, me gustaría escuchar su consejo.
Mil gracias su lector.
— El Vagabundo
Querido Vagabundo:
Es triste que ustedes dos se hayan separado, por algo que pudo haberse evitado. Dices que has cambiado… ojalá que de verdad lo hayas hecho.
Los síntomas que denotas en tu carta son los del conquistador, que es encantador durante la conquista, pero que cuando se siente atrapado –aunque sea con yugo de seda– se aleja y se resiste porque teme que sus días de conquistador terminen para siempre.
Esa actitud refleja que la persona no está lista para una relación de entrega duradera. Pero si de verdad anhelas regresar con ella, esta vez para siempre, mi consejo que en lugar de pedirle que regrese a vivir contigo, la invites a salir al cine o al café.
Llévale una rosa, cántale una canción al oído. Llévala a bailar… Y así, paso a paso, vuélvela a enamorar.
De esta forma, al volver a tratarte como enamorado, quizá ella pueda comprobar que en verdad has cambiado.
Buena suerte
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