En lugar de recurrir a los psicofármacos de entrada, los médicos aconsejan desarrollar actividades que aumenten la producción de estos compuestos hormonales que aumentan el bienestar, combaten el estrés y alivian el dolor, funcionando como estimulantes, ansiolíticos y analgésicos..
Pasear al aire libre, disfrutar de la naturaleza, hacer el amor, darse un capricho gastronómico, dormir a pierna suelta. Estimular el olfato, la vista, el oído, el paladar y el tacto, así como la mente, las emociones y el espíritu, con caricias tiernas, melodías agradables, colores suaves, infusiones aromáticas.
Cuando uno disfruta de actividades placenteras el cerebro segrega unas sustancias químicas que además de ser analgésicas y mejorar las defensas orgánicas, disparan su salud y vitalidad. Son las endorfinas, uno de los mejores antídotos naturales para el estrés, la ansiedad, el cansancio o la tristeza.
“Desarrollar actividades placenteras es saludable en sí mismo, porque el goce ayuda a generar endorfinas: unas sustancias que aumentan nuestro bienestar, además de ser una fuente natural de salud, vitalidad y regeneración”, explica el psicoterapeuta transpersonal y asesor emocional José María Doria.
Cuando estamos alegres, practicamos una actividad que nos produce placer o sentimos satisfacción ante un estímulo, nuestro organismo produce unos compuestos hormonales, a veces con efectos más potentes que la morfina, denominados endorfinas Beta o ACTH, las cuales se distribuyen por nuestro sistema nervioso.
Estas sustancias no sólo elevan las defensas orgánicas ante las enfermedades, la degeneración celular y las infecciones, sino que además aumentan el bienestar, combaten el estrés y alivian el dolor, funcionando a la vez como estimulantes, ansiolíticos y analgésicos naturales.
“Cuando sentimos placer, estas neurohormonas se multiplican, y envían mensajes a nuestro cerebro, a los linfocitos y otras células encargadas de luchar contra los virus y las bacterias que invaden nuestro cuerpo”, explica el psicólogo José Elías.
Agrega que “nuestro sistema inmunológico es sabio y nos proporciona mecanismos para aliviar el dolor, como la risa, que genera endorfinas, las cuales contienen una sustancias semejantes a los opiáceos, pero sin efectos adversos, que atenúan las sensaciones dolorosas”.
Para Doria, “el placer también resulta terapéutico, por su impacto positivo en la autoestima y toda la dimensión psicológica y emocional de la persona”.
Según el experto, “hacerse consciente del goce, en vez de vivirlo de manera automática, multiplica el disfrute. Por ello es importante darse cuenta que uno disfruta en el mismo momento: al calmar la sed, al irse a la cama cansado, al recibir una caricia física, dar una caminata al sol o hablar con amigos, diciéndose “que a gusto que estoy, que bien me siento”.
Las “caricias emocionales” como las que nos brinda alguien cuando reconoce nuestra valía, capacidad o belleza, también son una fuente de goce, que hay que tener en cuenta, según Doria.
“Para aumentar la conciencia del placer, es útil pasar revista al final del día, preguntándose “¿de que he gozado hoy?. Al atestiguar los pequeños y grandes placeres que hemos tenido, descubrimos que son muchos más de los que pensamos, desde ayudar a alguien o tomar una buena comida hasta mantener una buena comunicación con los demás.
El placer consciente desarrolla en nosotros la idea de que el mundo es un lugar hermoso, donde vale la pena vivir, nos produce sentimientos de abundancia, de gratitud y de ser merecedores de lo que nos da la vida. Y disuelve las creencias limitadoras, del estilo de “esto es un valle de lágrimas”, “hay que ganar todo con esfuerzo” o “la letra con sangre entra”.
“Los placeres que recibimos a través de los sentidos, también nos acercan a otros placeres superiores y menos superficiales, siempre que estos deleites sensuales sean en su justa medida y no se conviertan en el centro de nuestra vida porque son adictivos y piden cada vez más”, según Doria.
“Los placeres de los sentidos, nos acercan al gozo supremo de construir una mente feliz, con una alegría sin causa, es decir que no se asienta en estímulos externos y efímeros, como un viaje o un regalo, sino en la conciencia de la propia realidad interna, en la alegría de ser y existir, en la felicidad de sentirse útil y servir a la vida y los seres que nos rodean”, dice Doria.
Para rebozar endorfinas y aumentar la salud física, emocional y psicológica, los especialistas sugieren cuatro estrategias básicas:
· Siga el deseo. No renuncie a nada: compre su propia música, lea sus libros preferidos, pasee cada día, apodérese del mando de la televisión. Apúntese a un curso o taller para desarrollar una afición que le haga sentirse a gusto. Por educación o las circunstancias, desistimos de hacer lo que nos gusta y realmente queremos. Dedique más tiempo a los que le procura placer.
· Abrase al mundo. El interés benévolo por lo que nos rodea, la gente y todo lo que existe, nos permite descubrir cosas fascinantes que pasamos por alto si miramos con indiferencia. Si pone interés, descubrirá infinidad de pequeñas alegrías para disfrutar: el olor de un árbol en flor, el sonido de una voz que llega al corazón, el relato de un experiencia interesante.
· Descubra el poder de la sencillez. En vez de ignorarlas, descubra la riqueza de matices que le dan las sensaciones más insignificantes o neutras a su vida: perciba la temperatura del aire que roza su piel, el tacto de la ropa, las formas de las cosas que toca, la consistencia del suelo que pisa y la textura de los alimentos que prueba. Además de ofrecerle infinidad de pequeños placeres, descubrirá lo que prefiere y rechaza.
· Permanezca atento. Para disfrutar algo plenamente su atención no debe estar dividida o dispersa, sino concentrada en el “aquí y ahora”. Si escucha música, haga sólo eso. Si come céntrese en los sabores que percibe. Si se da un baño, déjese acariciar por el agua cálida. Experimente lo que desee y céntrese en ese estímulo, intentando que su mente le lleve a otros lugares y momentos.
María Jesús Ribas
JAM/E F E – REPORTAJES
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