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Reconoce tus propios Errores

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   La superación personal empieza por la aceptación a sí mismos, reconociéndose tal como uno es con sus virtudes y sus defectos. Entre lo que debes reconocer es que estás expuesto a equivocarte y a cometer errores.

    Debes evitar ser arrogante y pretender ser infalible. Reconocer a los demás el derecho a decidir su propio destino implica renunciar a hacer proselitismo y a tratar de que todos piensen de la misma manera que tú.

   Esta actitud suele ser mal comprendida, dado que la persona común quiere que la convenzan porque rechaza el esfuerzo que representa pensar por sí misma. Pero por otro lado, esa persona común, que no piensa por su cuenta, es usualmente una persona fanática, en el sentido de que no admite que otros piensen en forma diferente. Ello es así porque, al someterse a que los demás le digan qué tiene que pensar, ha sacrificado su libertad de elegir. Para que tal sacrificio tenga sentido, debe negar que exista otra verdad que aquella que le han dado.

   Una persona así, al encontrarse con alguien que tiene una opinión distinta que la suya, tratará de conquistarla para su bando y dado que ésa es su manera de ser, le resultará incomprensible que alguien que piense distinto no haga lo mismo con ella. Por eso, cuando se encuentra con una persona que no obra así le resulta difícil comprenderla.

   Si no tratas de convencer a los demás y no tienes inconveniente en reconocer tus errores, no necesitas encumbrarte en una posición de ser infalible.

  Quienes creen que aceptar los propios errores rebaja la estatura de la persona son justamente aquellos que buscan personas que crean incondicionalmente lo que se les dice. No pueden comprender al individuo al que sólo le interesa su propia opinión y no la opinión de los demás. A éste individuo no hay nada que le impida reconocer que se ha equivocado, ya que no le importa lo que los demás piensen.

  Cuando uno busca su propia verdad y no se deja convencer por lo que los otros dicen (aunque puede aceptarlo si le parece adecuado), reconoce a los demás el mismo derecho. Esto forma parte del principio de tratar a los otros como quisieras que los otros te traten a ti mismo. Así como yo me doy el derecho de opinar de manera diferente a los demás, les reconozco a los demás el derecho a opinar de manera diferente a la mía.

    La consecuencia de esto es la humildad, teniendo bien en claro que, no es lo mismo humildad que obediencia y sumisión. Ser humilde no significa arrodillarse ante nadie, sino reconocerse como un ser humano con todas sus imperfecciones, reconocimiento que justamente es lo que le impide considerarse mejor que los otros y con derecho a imponer su propia verdad.

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