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Tierra de Héroes, Tierra de Malvados

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Por: Dr. Humberto Caspa

  No soy muy adepto a ver telenovelas.  Es muy raro que me ponga cómodo en el sofá, utilice 30 o 60 minutos de mi vida, en una secuela de dramas sin sentido que, muchas veces, no tienen nada que ver con la realidad.

 Sin embargo, unos dos o tres años atrás, Telemundo lanzó la serie colombiana “Pablo Escobar: el patrón del mal” que, por los prejuicios que tengo contra las telenovelas, nunca me interesé en verla, a pesar de la enorme popularidad que adquirió en la población latina.

 Recuerdo que algunos amigos y colegas de El Aviso buscaban mil formas y excusas para no perderse un solo capítulo.

  Mi curiosidad por esta serie de televisión dio lumbre en el momento en que el gran escritor peruano Mario Vargas Llosa, ganador del premio Nobel de Literatura, escribió un resumen en torno a la historia de esta serie de televisión.

  “Los 74 episodios, aunque se toman algunas libertades con la historia real y han cambiado algunos nombres propios, dan un testimonio muy genuino fascinante e instructivo sobre la violenta modernización económica y social que trajo a la aletargada sociedad colombiana…”, resume Vargas Llosa.

  Desde ese instante, me dispuse a investigar sobre esta a serie de televisión, viendo algunos cortos (trailers) en el internet, que no hacía más que incrementar mi ansiedad por la historia del capo.

  A través de unos contactos en Bogotá logré comprar todos los discos de la serie, y finalmente pude apreciar el gran trabajo que hicieron los actores de la cadena Caracol para recapitular el tormentoso drama real que dejó miles de hombres calcinados, políticos y magistrados asesinados, mujeres violadas, niños abusados, policías que se corrompen por el dinero.  En fin, toda esa cizaña mundana que ocurrió en Colombia sólo podía tener vida en la mente turbada del peor de los sicópatas.

  Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue el coraje y el valor de gente normal y corriente que se pone en frente al peor de los asesinos.  Cuando la sociedad colombiana parecía hincarse a las iniquidades del hampón de la cocaína, aparecieron figuras de carne y hueso que entregaron su vida por su patria.  El Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, el Magistrado de la Corte, Hernando Baquero, Juez Gustavo Zuluaga, el jefe de Policía Antinarcóticos, Jaime Ramírez, el Director del Periódico El Espectador, Guillermo Cano, el Procurador General, Carlos Hoyos, Luis Carlos Galán, político y candidato presidencial, entre muchos, son los verdaderos héroes de un periodo de sangre y violencia de ese país hermoso, embarrotado de praderas cafetaleras.

  Al igual que Colombia, otro país latinoamericano padece de su propia marea de narcotraficantes. Las matanzas viles se vislumbran en montón en México. Cuerpos achicharronados por ácido u otras substancias químicas corrosivas, cadáveres sin cabeza que nunca son reconocidos, jóvenes y niños balaceados y desaparecidos, políticos y administradores públicos que no simplemente se venden a los narcos, sino que forman sus propios tugurios.

   México está al borde del precipicio.  A diferencia de Colombia, los héroes no aparecen o están tardando en aparecer.  A su presidente le interesa más peinarse su cabello engomado, exhibirse con su bella mujer plástica y viajar por el mundo con la excusa de resolver los problemas económicos de su país y le encanta hacer gala de un título de presidente que no le queda para nada. Pobre México querido.  Aquél es tierra de héroes; éste es tierra de malvados.

Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com

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