En la década de 1950, el filósofo Teodoro Adorno y un grupo de investigadores de la Universidad de California Berkeley, trataron de entender la llegada de Adolfo Hitler al poder en la política de Alemania.
¿Cómo fue posible que un racista, fascista y xenofóbico pudo llegar a la cúspide de uno de los países más desarrollados de su momento?
Hoy, muchos se preguntarán cómo fue posible que Donald Trump haya llegado al gobierno del país más poderoso del mundo.
Esta es una incógnita que nosotros tenemos que resolver. Adorno tuvo un problema similar; no sólo la resolvió, sino que creó bases teóricas para que otros pudieran nutrirse de información y pudieran resolver situaciones similares.
Su respuesta no hace un estudio directo de los diversos aspectos que agobiaban a la sociedad alemana. Por el contrario, Adorno se concentra en el entendimiento de la personalidad del alemán y la alemana común y corrientes. Es decir, de esa población que se ve totalmente mesmerizada por la retórica demagógica de Hitler cuando éste se ponía al frente del micrófono.
De acuerdo a Adorno, la población alemana del periodo de Hitler estaba muy afectada por un tipo de personalidad llamada “personalidad autoritaria”. Este tipo de gente estaba susceptible a la propaganda Nazi y al magnetismo demagógico del Fürer.
El prototipo de “personalidad autoritaria”, según Adorno, tiene, entre otras, las siguientes características: Son personas conservadoras conducidas por normas internas estrictas; se subordinan a una autoridad rígida; son destructivos y no creen en los cambios; son agresivos con quienes rompen las reglas y las posiciones de poder; buscan afanosamente un jefe que los lleve a consolidar sus metas altamente autoritarias.
En este sentido, la llegada de Hitler al poder fue un fenómeno social interno. Hitler sólo añadió a los enemigos del sistema nazi y condujo a la población alemana a la destrucción. Sus enemigos iniciales fueron los judíos y gitanos y gente inmigrante de “color”; luego incluyó a todos aquellos que no conformaban su prototipo de “raza aria”.
Al igual que Hitler, Trump es un manipulador de los medios de comunicación y no tiene límites en el momento de acusar a sus enemigos. El problema aparente del país, según Trump, son los afrodescendientes, los latinos, los islámicos y todos aquellos que no conformamos el prototipo de “americano blanco”.
Su base social no sólo son los que ciega y conscientemente lo apoyan (racistas neonazis), sino también los conservadores republicanos. Todos ellos sufren del llamado “personalidad autoritaria”.
Es tiempo de curar a nuestra sociedad de este mal estructural. Necesitamos a un/a presidente íntegro, con ideas y filosofía integracionista, con una mente y corazón democrático.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com
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