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La norteamericana Kelley McKissack y su marido Aaron llevaban años queriendo tener un hijo. Pero todos sus intentos habían fracasado: hasta tres veces se había quedado embarazada, pero en todas ellas abortó. Cuando ya empezaban a hacerse a la idea de que tenían que adoptar, su médico les habló de la maternidad subrogada…
Pero en Texas, el estado en el que residen, esta práctica por la que una madre de alquiler acepta el óvulo fecundado de otra mujer, no es del todo legal: la madre subrogada tiene una serie de derechos sobre el bebé que podrían complicar el proceso.
Pero a Kelley se le ocurrió una forma de sortear este obstáculo. “¿Y si mi madre da a luz a su propia nieta”? pensó. El médico dudó por la avanzada edad de la señora, una mujer que en el momento de la fertilización tenía 53 años llamada Tracey Thompson que ya había pasado la menopausia, pero ante el entusiasmo de la pareja y de la madre, decidió probar suerte. Y todo funcionó a la primera. A Tracey Thompson le introdujeron dos embriones de la pareja, de los que solo arraigó uno, una niña.
Ahora el bebé ha nacido completamente sano y ha pesado tres kilos y medio, trayendo alegría a la casa de los McKissack y cumpliendo así el sueño de sus padres.
Pero quizás lo más curioso de esta historia es un recuerdo que ha aflorado en la mente de la madre durante todo este proceso. Según recoge 20 Minutos, la mujer confiesa que “Lo creas o no, todo esto se se le ocurrió a ella con 13 años”, explica Thompson, “cuando era una adolescente me dijo: ‘mamá, si no puedo tener un bebé, ¿podrías tenerlo tú?’. Le contesté que por supuesto”.
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