Pingüinillo vivía en las regiones polares y era muy aficionado a la pesca submarina. Su padre, conocedor de tal afición, le regaló un fusil acuático, preparado para disparar arpones de juguete, aunque también llevaba arpones de verdad, para un caso de apuro.
Por desgracia, Pingüinillo carecía del espíritu compasivo de su padre; prescindió de los arpones de juguete y se dispuso a utilizar siempre los de verdad.
Entusiasmado con su nueva arma submarina, empezó a atravesar peces de todas clases con sus afiliados arpones y su casi infalible puntería. Cazaba más que para comer, por el simple placer de matar, afición rara entre los animales, por fortuna.
Un día, se adentró mucho en el océano y se topó, de buenas a primeras, con una ballena gris. Esta, conocedora de la crueldad de él, quiso darle un buen escarmiento. ¿Qué daño le podían hacer a ella uno de esos arpones?
Pingüinillo tuvo mucha suerte, pues los habitantes del mar se encargaron de distraer a la ballena y de ponerle a él en lugar seguro.
Hasta sus propias víctimas demostraron tener mejores sentimientos que él.
Desde ese día, Pingüinillo, arrepentido de su sanguinaria actitud, dejó de practicar la pesca submarina. Desde entonces, hizo muchos amigos entre los peces del océano.
Moraleja: Amiguito, si eres cruel con los demás; sólo resentimiento y vacío tendrás!!
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