EFE
La sonda Osiris-Rex de la NASA despegó rumbo al asteroide Bennu, un cuerpo que en su superficie rocosa esconde el enigma del comienzo del sistema solar y al que los científicos quieren observar de cerca por su trayectoria potencialmente peligrosa para la Tierra…
La sonda, bautizada como Orígenes, Interpretación Espectral, Identificación de Recursos, Seguridad y Explorador de Regolitos (Osiris-Rex, por sus siglas en inglés) despegó hoy a 19.05 hora local (23.05 GMT) desde el centro de la Agencia Espacial de EE.UU. (NASA) en Cabo Cañaveral, en el estado de Florida.
Con su despegue de la base de la NASA, la misión no tripulada inició un largo viaje de siete años, ida y vuelta, al asteroide Bennu, considerado uno de los más cercanos a nuestro planeta al encontrarse a una distancia que oscila entre los 448.792 en su punto más cercano y los 344.075.101 kilómetros.
La sonda Osiris-Rex recogerá muestras de la superficie rocosa de Bennu y las traerá de vuelta a la Tierra para que los científicos puedan analizarlas en detalle y descifrar nuevos misterios del origen del sistema solar y de la vida en nuestro Planeta, según detalla la NASA en un informe de la misión espacial.
Las muestras de los asteroides tienen un gran valor científico porque estos cuerpos celestes son restos de los elementos originales con los que se formaron los planetas y pueden ayudar a los científicos a comprender mejor el nacimiento del sistema solar.
Esta es la primera vez que EE.UU. emprende una misión para recoger muestras de un asteroide y volver con ellas a la Tierra, una hazaña que ya logró hace años la misión japonesa Hayabusa que viajó hasta el asteroide Itokawa y trajo muestras espaciales.
No obstante, según la NASA, Bennu es un cuerpo celeste especial porque entra dentro de la categoría “B” de asteroides, aquellos con una formación “primitiva” que tienen una composición rica en carbono y apenas han cambiado desde la formación del sistema solar hace aproximadamente 4.500 millones de años.
Los científicos de la NASA creen que Bennu podría contener algunas moléculas orgánicas, como los aminoácidos que pudieron contribuir a la formación de la Tierra y que son factores importantes a la hora de determinar las posibilidades de que haya vida en otras partes del sistema solar.
Otro de los objetivos de la sonda Osiris será estudiar las características de Bennu, su forma, su tamaño, su masa y su órbita, que es casi circular y se acerca a la Tierra cada seis años.
La NASA incluye a Bennu en su grupo de Asteroides Potencialmente Peligrosos (conocidos como PHA en sus siglas en inglés), aquellos más cercanos a la Tierra y que, en el caso de Bennu, significa que tiene una de entre 2.700 posibilidades de impactar en la Tierra en algún momento entre 2175 y 2199.
Por eso, la NASA considera a la misión emprendida hoy como “pionera” para reconocer objetos que puedan representar una amenaza e impactar contra la Tierra en un futuro.
Esta paradoja entre Bennu como portador del origen de la vida y, al mismo tiempo, como potencial amenaza, ha hecho que la NASA haya usado nombres de deidades de la mitología egipcia para designar a los dos objetos en interacción.
De esta forma, la sonda Osiris-Rex hace referencia al Dios egipcio de la resurrección que preside el tribunal del importante juicio de los difuntos en la mitología egipcia, mientras que Bennu es la garza negra que simboliza la reencarnación.
El acercamiento entre los cuerpos no comenzará hasta agosto de 2018, momento en el que la sonda Osiris-Rex ya habrá orbitado alrededor del Sol durante un año para, a continuación, usar el campo gravitacional de la Tierra para encontrar su camino a Bennu.
Cuando los dos cuerpos se acerquen, la sonda Osiris-Rex usará un brazo robótico para tocar la superficie de Bennu durante unos cinco segundos, tiempo en el que el brazo expulsará una carga de gas nitrógeno que levantará la superficie del suelo y las rocas para facilitar la recogida de las muestras.
La sonda tiene suficiente nitrógeno para hacer tres intentos y recoger muestras, cuyo peso oscilará entre un mínimo de 60 gramos y un máximo de 2 kilogramos, según la NASA.
Una vez recogidas las muestras y guardadas en una cápsula, en marzo de 2021, comenzará el viaje de regreso a la Tierra, a donde llegará dos años y medio más tarde, en septiembre de 2023.
La cápsula que contiene las muestras abandonará a la sonda para entrar en la atmósfera, desplegará un paracaídas y aterrizará en medio del estado de Utah, donde un futuro equipo de la NASA recopilará los materiales espaciales para estudiarlos durante al menos dos años, entre 2023 y 2025.
Pasados esos dos años y tras la gran aventura espacial, la responsabilidad de descifrar los secretos del inicio del sistema solar recaerá en los hombros de las nuevas generaciones de científicos.
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