Un veintidós de diciembre
que nunca voy a olvidar
la gente parecía un enjambre
caminar en la orilla del mar.
La tarde se sentía friolenta
que incomodaba poder andar
las olas estaban violentas,
y salpicaban al golpetear.
El mar ya se miraba sediento
por mucho tiempo sin llover,
las gaviotas en el viento
volaban sin poderse detener.
La gente andaba intranquila
que el sol se miraba esconder,
la luna se encontraba dormida
soñando salir al anochecer.
Qué bonitos se ven los mares
de una tarde fría sin el sol,
aquí mueren tristezas y males
mirar el océano es un esplendor.
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