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Chile lo hizo otra vez y ya no es una sorpresa

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EFE

Si unos años atrás alguien hubiese dicho que la selección de Chile se convertiría en la dominadora del fútbol en América probablemente habría provocado más de una carcajada…

Pero Chile lo hizo otra vez. Y de nuevo contra Argentina. En los penaltis, como hace un año en el Estadio Nacional de Santiago. Y esta vez, más allá de la fanfarria, el triunfo tuvo una consecuencia de alto impacto: la renuncia de Lionel Messi a la Albiceleste.
La victoria en la Copa América Centenario ratifica lo que los muchachos de la Roja trataban de explicar el año pasado y que algunos se negaban a creer.
Que a este equipo, con Arturo Vidal y Alexis Sánchez al frente, le van las grandes gestas. Que no se conformó con levantar la primera copa internacional en sus más de cien años de historia y se empecinó en repetirlo ante la todopoderosa Argentina.
Y lo hizo a su manera, con un estilo inconfundible y sin parangón en el fútbol latinoamericano. Un estilo que implantó Marcelo Bielsa, perfeccionó Jorge Sampaoli y que Juan Antonio Pizzi parece dispuesto a mantener, principalmente porque sus futbolistas no saben jugar de otro modo.
El camino de Chile al título no fue un paseo, ni mucho menos. Arrancó con una deslucida derrota contra una Argentina sin Messi (2-1) y se asomó al abismo ante Bolivia, a la que venció (2-1) con un penalti inexistente en el tiempo añadido.
A partir de ahí todo se fue encauzando. Ganó sin apuros a Panamá (4-2) para pasar como segundo de grupo a cuartos de final, donde le endosó a México una goleada histórica (0-7) en el que fue el mejor partido de Chile en el campeonato.
En semifinales le bastó con un arranque explosivo para desmontar a Colombia (0-2) y plantarse en la gran final.
La historia se repetía. Argentina y Chile, los dos mejores equipos del continente americano, frente a frente en una final. Y otra vez con la Albiceleste como favorita en las quinielas, como si eso sirviera de algo.
La final fue un choque trabado y poco vistoso, como la del año pasado. Las mejores oportunidades fueron de Argentina y Chile apenas llegó al arco de Sergio Romero, pero le bastó con mantener el orden durante los 120 minutos de juego.
Claudio Bravo, que tuvo un inicio de copa para el olvido, se vistió de héroe con una inmensa atajada a un cabezazo de Sergio Agüero y otra parada en la tanda de penaltis.
Juan Antonio Pizzi es quizás el que sale más reforzado con el título. Arribó a la Roja en enero pasado después de la traumática salida de Sampaoli y en plena convulsión por las corruptelas de la anterior directiva de la federación chilena.
Su cometido no era sencillo y sabía que debería lidiar con las comparaciones constantes con su antecesor. Los primeros resultados no lo acompañaron y las críticas de la prensa y el entorno no tardaron en llegar.
Con una plantilla casi calcada a la que ganó la primera Copa América, algunos no comprendían por qué Chile no ganaba y parecía haber olvidado los automatismos de la era Sampaoli.
Pizzi aguantó el chaparrón, siguió trabajando y el tiempo le ha dado la razón. Es cierto que heredó un estilo de juego y una plantilla de lujo.
Pero también es verdad que resultaría poco inteligente meterle mano a un equipo que funciona como un reloj. Y que sus apuestas, como dejar fuera a Jorge Valdivia y llamar a José Pedro Fuenzalida y Edson Puch, fueron exitosas.
¿Cuál es el techo de este equipo? Los jugadores afirmaban después del bicampeonato de América que esta generación no tiene límites y Vidal incluso sueña con levantar la Copa del Mundo en Rusia. Paso a paso, primero hay que lograr la clasificación en una liguilla que estará más reñida que nunca.

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