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Le falló el invento

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   Franz Reichelt o también conocido como François Reichelt, era un sastre que mezclaba raíces francesas y austríacas, y que a comienzos del siglo pasado, cuando ya gozaba de un notable prestigio como sastre en París, decidió dar un paso más allá y crear un traje-paracaídas, con el cual los individuos podrían saltar al vacío desde cualquier altura y descender de modo lento y sin daño gracias al traje.
  Franz Reichelt llegó a París con el siglo, es decir por el año 1900,  y obtuvo la nacionalidad francesa en 1911. Se ganaba la vida como sastre pero pasaba su tiempo libre trabajando en su traje paracaídas diseñado con la idea de ser usado por pilotos de avión. 
  Los aeroplanos eran una invención relativamente nueva cuando Reichelt estaba trabajando en su diseño y todavía se estaban elaborando la mecánica de cómo un piloto podría  escapar de un avión dañado y en peligro.   
   Obsesionado de alguna manera con la invención de este traje-paracaídas, Reichelt, estudió detalladamente algunos diseños del artista italiano del Renacimiento, Leonardo Da Vinci, y tras ello ideó su peculiar invento.
  Una vez que el ropaje-paracaídas estuvo listo conforme a sus ideas y diseño, Reichelt, lo probó con un muñeco al cual arrojó desde el punto más alto de la Torre Eiffel de Francia, que por aquella época era lo más alto en París y en el mundo.
  Sin embargo, a pesar del entusiasmo del sastre diseñador, el experimento falló en su fin, pues el muñeco cayó de golpe directa y violentamente contra el suelo.
  Eso no desanimó a Franz Reichelt, que pensó y afirmó que la falla se debía a que el muñeco no podía mover sus brazos, entonces, decidió que un ser de carne y hueso, que moviese sus extremidades, probase su creación, y claro, nadie mejor que él mismo…. nadie más se ofrecería al experimento.
   Por supuesto que las autoridades guardianas de la Torre Eiffel, el escenario nuevamente elegido para la prueba, se negaron de plano a otorgarle permiso para la prueba, a no ser que fuera aprobada por la policía. Increíblemente el permiso de la policía llegó y Reichelt pudo llevar a cabo la prueba de su paracaídas… que esa vez terminó en tragedia.
   Era la mañana del domingo 4 de febrero del año 1912. Se habían reunido algunos espectadores y agentes de policía al pie de la torre. Además, un equipo de filmación con dos cámaras estaba preparado para registrar el acontecimiento, dos cámaras era un lujo en esos tiempos. 
   Dicen que dudó unos instantes, pero al fin se lanzó,  saltando desde el nivel inferior de la Torre Eiffel. La caída de 187 pies sobre el suelo congelado lo mató al instante.
 Franz Reichel tenía 33 años.    Había nacido en el año 1879 en Wegstädtl, Imperio austrohúngaro —hoy Štětí, República Checa. 
 Su muerte inspiró un juego, una obra de teatro y un cortometraje que narra su vida.

  El primer intento conocido de lanzarse en paracaídas tuvo lugar en Córdoba, España, en el año 852, con éxito parcial, pues Abbás Ibn Firnás, el hombre que saltó, sufrió algunas heridas al caer. El uso del paracaídas también fue sugerido por Leonardo da Vinci mientras vivía en Milán.
  A lo largo de la historia ha habido otros muchos intentos fallidos. El primer paracaídas práctico fue inventado en 1783 por Louis-Sébastien Lenormand.
  El aeronauta francés Jean Pierre Blanchard dejó caer un perro equipado con un paracaídas desde un globo en 1785, y en 1793 aseguró haber realizado el primer descenso humano con éxito utilizando un paracaídas.
  André Jacques Garnerin, también francés, el 22 de octubre de 1797, logró indiscutiblemente ser el primer humano que protagonizó saltos en paracaídas (atestiguados) desde su globo de hidrógeno a 350 m de altitud, en París.
   Después, los paracaídas se convirtieron en un elemento habitual del equipamiento de los pasajeros de los globos aerostáticos. Al principio de la I Guerra Mundial se utilizaron con cierto éxito, pero fueron sacados de primera línea por resultar, según las altas autoridades militares, poco varoniles y una opción rápida de salvación antes de intentar salvar el propio aparato.
   Štefan Banič (870-1941) donó al Ejército de los Estados Unidos de América su patente de un tipo de paracaídas similar a un paraguas que como eje central tenía el cuerpo del paracaidista, pero tampoco este paracaídas tuvo éxito.                        MaSo

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