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NADIE POR ENCIMA DE LA LEY

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Al cabo de dos años de investigaciones, más de 500 citatorios, el fiscal especial Robert Mueller emitió sus conclusiones. Conclusiones que hasta el momento solo el Fiscal General, William Barr conoce y que según lo interpretó él mismo e informó al congreso, “No se encontraron suficientes evidencias de que Donald Trump, su campaña o sus allegados conspiraron junto con Rusia para interferir en las pasadas elecciones del 2016.
Tampoco presentó acusación alguna por obstrucción de la justicia, aunque dejó en claro que no era una exoneración, toda vez que había elementos en favor y en contra.
Como era de esperarse, el presidente proclamó a todos los vientos una “TOTAL EXONERACIÓN” a través de su cuenta de Twitter, donde tiene más de 56 millones de seguidores, no todos ellos sus partidarios. Es mi opinión que, más allá del efecto personal sobre el presidente, el desenlace de la investigación fue bueno para los Estados Unidos. ¿Podemos imaginar el impacto que habría tenido que un presidente en funciones fuera acusado de conspirar no sólo con una potencia extranjera, sino con el rival histórico de los Estados Unidos para socavar el sistema político y electoral de los Estados Unidos?
Estados Unidos habría entrado en una espiral descendiente de inestabilidad política y volatilidad financiera. Los demócratas habrían empezado a hablar de un juicio de destitución (IMPEACHMENT). Los mercados habrían reaccionado adversamente a la posible caída del presidente que llevó a los índices bursátiles a máximos históricos. Es lógico pensar que el desenlace no complació a los detractores del presidente.
Por otra parte, tiene sentido la petición de que el informe Mueller se haga público. El pueblo estadounidense tiene derecho a conocer los frutos de una pesquisa que costó decenas de millones de dólares.
Pero el informe Mueller no debe ser la brújula de las prioridades de la clase política de Estados Unidos. Ni el presidente debería utilizar su cuasi exoneración para lanzar una guerra contra sus rivales políticos, ni los demócratas deben agotar todo su tiempo y su capital político en una batalla de desgaste que sólo dejará heridas y ningún ganador en el campo de batalla. Estados Unidos padece serias carencias: una crisis sanitaria por el consumo de los derivados del opio que dejó más de 70,000 muertos el año pasado; una espiral de violencia por las armas de fuego que sigue dejando más de 30,000 muertes anualmente; una dramática situación migratoria para decenas de miles de familias procedentes de Centroamérica.
Se trata de problemas enormes que requieren de la suma de voluntades y esfuerzos, pero no de una nueva etapa de desgastes y acusaciones. Lamentablemente la primera salva de la administración Trump después del informe Mueller, fue buscar la anulación de la Ley de Salud Asequible, que ha abierto la cobertura médica a millones, incluidas familias latinas. Todo parece indicar que la Casa Blanca apuesta nuevamente a la polarización y la confrontación política.
 

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